¿Dónde está el bicho?
Dos zarpazos se han llevado la mitad del rendimiento que la Bolsa había obtenido en cuatro meses de trabajadas subidas. Bien es cierto que los analistas esperaban, e incluso consideraban recomendable, una corrección después de un ascenso que casi ininterrumpido cuyo inicio se remontaba a marzo de 2003.
Pero una cosa es predicar y otra dar trigo. Y esta semana en la Bolsa ha habido caídas de verdad, de las que duelen al gestor al que hayan pillado a contrapié. Razón de más, pueden decir algunos, para dar la bienvenida a esta cura, que puede dejar bases más sólidas para el conjunto del año. Peligro, pueden decir otros, porque el dinero ha demostrado que su apetencia por el riesgo se puede volatilizar en cuestión de dos horas.
Hasta aquí, todo normal. Al fin y al cabo, se trata de Bolsa y, aunque algunos lo olviden de vez en cuando, en la Bolsa hay días que toca perder. Los que hayan sufrido en sus carteras las pérdidas de estos días se preguntarán qué ha pasado. Por dónde han venido los palos.
El bicho tiene nombre. Ha sido la inflación. La de Estados Unidos, concretamente. Hasta el momento el mercado se conformaba con hacer cábalas sobre en qué momento la Reserva Federal dejaría de subir tipos, algo que presumían ocurriría cuando Bernanke considerase que éstos dejan de ser expansivos para la economía. Ahora bien, la comunidad inversora se ha dado cuenta de que no es tan sencillo, y que una vez conjurado el riesgo del estancamiento económico aparece el de la inflación. Y ello puede obligar a la Fed a seguir una política más dura de lo que esperaban.
Aprendizaje a marchas forzadas, pues, para los inversores. Y el aviso de que las cosas no suelen ser tan fáciles como parecen cuando se gana dinero. El mercado no parece abocado a una fase bajista, pero sí desde luego a una etapa donde las plusvalías no se van a repartir tan alegremente como hasta ahora.