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El Barça conquista Europa tras una temporada de oro

Catorce años después de la victoria en Wembley, de nuevo campeón europeo tras vencer al Arsenal

La capital francesa es quizá una de las ciudades que más imágenes evoca. Pero hoy, París es sinónimo de fútbol, de victoria y, sobre todo, de alegría culé. Catorce años después de la victoria del dream team en 1992 en Wembley, el equipo azulgrana revalidó el título de campeón europeo tras un partido muy sufrido frente al correoso Arsenal. Los ingleses se adelantaron en el marcador y el fantasma de un nuevo fiasco europeo estuvo presente durante demasiado tiempo.

El Barça finalmente consiguió doblegar a un rival que jugaba con un hombre menos pero con su mejor amiga: la lluvia. Merecido doblete para la afición catalana, con el título de Liga y el europeo, en una temporada de lujo en la que las victorias europeas han aportado 31,5 millones a las arcas del club.

Los hombres de Arsène Wenger jugaban en casa -siete de sus jugadores son franceses, entre ellos la estrella del equipo, el parisino Thierry Henry, así como el propio Wenger-, pero los culés no estuvieron solos. Además de algunas destacadas presencias en el palco como la del rey Juan Carlos y la del presidente del Gobierno, conocido aficionado del Barça, José Luis Rodríguez Zapatero, miles de barcelonistas se desplazaron hasta París.

El aeropuerto de El Prat hizo un esfuerzo sin precedentes para que ningún forofo del Barça se quedara sin celebrar el doblete en París

Para hacer realidad el sueño de tantos, el aeropuerto de El Prat puso en marcha un auténtico puente aéreo entre Barcelona y la capital francesa, denominado operación salida Barça-Champions. Un total de 53 vuelos chárter especiales, siete de los cuales de gran capacidad, salieron de Barcelona para que unos 9.000 aficionados no se perdieran la gran final. Los seguidores sólo debían preocuparse por llegar a la hora al vuelo (los primeros salían sobre las 2 de la madrugada) y de no perder las preciadas entradas. Renfe también reforzó su recorrido con un tren especial de 414 plazas entre Barcelona y la capital gala. Otros 33 autobuses desplazaron a los aficionados desde las mismas instalaciones del club. Todo mereció la pena porque la Copa regresa a Barcelona.

El estadio de Saint Denis, en la periferia parisina, tiene capacidad para 77.500 personas, y cuando el árbitro pitó el final y el luminoso marcaba la victoria del Barça por 2-1, parecía el Camp Nou, lleno de banderas catalanas y azulgranas.

La escasez de las plazas frente a la demanda había disparado el habitual fenómeno de la reventa. Tras el triunfo, las fortunas gastadas en la reventa se dieron por bien invertidas. Las últimas plazas se vendieron en las inmediaciones del estadio a precios que alcanzaban los 4.000 euros pocos minutos antes del comienzo. El gran espectáculo había originado fraude y la UEFA tomó la decisión de cancelar algunas de las entradas adquiridas de forma ilegal por internet.

Lejos de la Torre Eiffel, en el Miniestadi de Barcelona, el club instaló una pantalla gigante frente a la que unos 11.000 aficionados disfrutaron hasta el delirio más que del juego azulgrana, que no fue el mejor de la temporada, del triunfo, que llegó sobre todo por deseado.

Como ocurre siempre en las grandes ocasiones del Barça, las Ramblas acogieron la riada de barceloneses que se echaron a la calle, como la última vez, hace catorce años.

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