Ingenios para los problemas cotidianos
El vicepresidente de EE UU, Dick Cheney, no habría disparado a su compañero de caza si hubiera contado con un detector de separación que le hubiese avisado de que su colega andaba cerca. Ese aparato existe hace un año: lo creó Paco Orejuela, que tenía un familiar enfermo de Alzheimer y quería evitar que se alejara demasiado. 'Lo raro es que nadie lo hubiera inventado antes', dice. Orejuela es parte del 3% de los 4.000 socios del Club de Inventores Españoles que obtienen un éxito razonable con sus patentes.
'La mayoría se frustran cuando después de proponer dos o tres patentes no consiguen nada', explica Manuel Matellán, presidente del Club. El caso de Orejuela es excepcional. Tiene una empresa familiar, Electrónica Eliac, que se dedica al I+D, además de vender aparatos de GPS. Gracias a eso ha podido sacar a la calle su producto, que lleva seis meses probándose en un centro para enfermos de Alzheimer. Cuesta unos 200 euros, y consta de un cinturón que solo se puede quitar con una tarjeta especial, y de una base para el cuidador.
Otro que aprovechó las sinergias de su empresa es Arturo Angelergues, de la empresa Rigaplast. Hace cuatro años patentó una bolsa de plástico para líquidos, con un sistema antivuelco que impide que se salgan. 'Se está utilizando en hospitales, para que los enfermos orinen, y en aviones y barcos, para el mareo', cuenta.
Sin embargo, la mayoría de los inventores se queda sin mecenazgo. Por ejemplo, el bombero Félix Díez de Miguel, que tiene una idea en la manga: un bastón vibrador para ciegos que les avisa cuando el semáforo se pone en verde. 'Así se evita la contaminación acústica', explica. Más suerte ha tenido con su vehículo de bomberos de altura con sistema de tuberías incorporado, que reduce el tiempo de reacción y el riesgo para el bombero que tiene que montarlo. El Ayuntamiento de Vitoria va a ponérselo a todos los vehículos del parque.
Para el coche
Una idea sencilla y efectiva: colocar la bicicleta boca abajo en la baca, quitar el sillín y encajar el tubo en un pequeño dispositivo. 'Es mucho más resistente que los portabicis normales', explica su inventor, el taxista Josep Caelles. Sin vendedor aún, a él le bastaría 'que una empresa lo regalara con la bicicleta, y lo diera a conocer', explica. 'El coste es irrisorio, 3 o 4 euros. Después podría venderlo por 20', dice.
Ramón Mingarro tampoco encuentra quien venda sus aletas de natación, que no dejan dolorido el empeine. 'Estuve hablando con Speedo, pero es muy difícil entrar en el mercado', se lamenta.
Patentar, una inversión a fondo perdido en casi todos los casos
Las barreras para las buenas ideas son múltiples. Solo el hecho de patentarlas cuesta unos 2.000 euros de entrada, y 30 anuales de mantenimiento, así que algunos inventores prefieren condenar sus ideas al ostracismo, y no protegerlas siquiera. Además, en muchos casos una pequeña variación sirve de refugio legal contra las patentes.'Falta sensibilidad por parte de las empresas y de la administración; muchas veces los inventos se desarrollan fuera', explica Manuel Matellán, del Club de Inventores de España.En España se realizan 12.000 patentes al año; de ellas, sólo unas 1.000 a nivel internacional. 'El 47% son de inventores privados', señala Matellán.