'Hoy en día el ser humano no es inocente'
Arturo Pérez-Reverte (Cartagena, 1951) necesitaba 54 años, canas en la barba y una biografía detrás para escribir El pintor de batallas. 'Una novela es un fragmento de tu vida en un momento determinado', reconoce el autor. La narración es un pulso entre un antiguo fotógrafo de guerra que pinta el paisaje intemporal de una batalla en la pared de una torre en el Mediterráneo y un ex soldado croata al que el pintor de batallas inmortalizó en una imagen que dio la vuelta al mundo y ahora regresa para cobrar una deuda mortal.
El escritor y académico de la Lengua cuenta la historia fría y objetivamente. La novela estremece no por el espanto, sino por la frialdad del espanto. 'He querido poner al lector frente al horror y creo que lo he conseguido'. Le espanta, le muestra que su inteligencia, su memoria genética es parte del horror y lo hace con ventaja: 'Yo no tengo nada que perder. Tengo desde hace 15 años la luz pagada', advierte en alusión a la tropa de lectores que le siguen desde entonces.
El pintor de batallas -Alfaguara ha lanzado una primera edición con 250.000 ejemplares- es distinta a su producción literaria, en la que La carta esférica marca un antes y un después. Una novela que permitirá a sus lectores fieles encontrar las claves de su obra: entender la mirada de Alatriste o las razones por las que Teresa Mendoza (La reina del sur) mata.
En un mundo hostil, el hombre se autoengaña. 'Lo que aterra es el autoengaño voluntario'. A pesar de todo, el horror sigue estando ahí. El tsunami o las Torres Gemelas, cita. El autor cuestiona las reacciones ante los desastres y se pregunta qué le ha pasado al ser humano. 'El mundo nunca supo tanto de sí mismo y de su naturaleza como ahora, pero no le sirve de nada', reflexiona el pintor de batallas en la novela.
Siempre ha habido maremotos, pero no hoteles de lujo en primera línea de playa. Antes, la educación y la cultura no estaban tan al alcance de la mano, mas hoy no hay excusa. 'El que se sorprende del tsunami es que no se ha preocupado en saber'. 'Hoy en día el ser humano ya no es inocente'.
Arturo Pérez-Reverte recuerda que el universo siempre tiene la última palabra y aclara que no lo ha aprendido leyendo a Conrad ni se lo ha contado ningún intelectual. 'Lo he visto, lo he vivido. Soy una autoridad en la materia'.
¿Qué nos salva? El honor, el coraje, la compasión, el amor, la amistad, la memoria, la cultura, lo que llama 'analgésicos'. La cultura, sin embargo, protege cada vez menos, con ministros empeñados en crear generaciones de chicos sin ningún mecanismo de defensa cultural. 'Se están perdiendo las referencias culturales para enfrentarnos al horror. No había ocurrido nunca en la historia de la humanidad'.
De todo ello habla El pintor de batallas y el autor intenta que el lector asuma su responsabilidad.
Escribir para convertir pesadillas en fantasmas
Los dos personajes de la novela, Andrés Faulques, el pintor de batallas, y el soldado Ivo Markovic, conocen bien la guerra. El primero ha capturado imágenes en los conflictos bélicos de los últimos 30 años. El segundo es un antiguo combatiente al que Faulques retrató en Vukovar, una fotografía de nefastas consecuencias para la vida del soldado.Faulques ha sustituido la cámara por los pinceles en busca de respuestas. Mientras pinta, recuerda a la mujer que amaba, Olvido Ferrara, muerta en una carretera en Borovo Naselje. Markovic es un símbolo. La de los Balcanes fue una guerra 'especialmente dura y sombría', la última que cubrió el autor. Todos sus amigos de Vukovar están muertos y él ha querido hacerles un homenaje. La experiencia de Arturo Pérez-Reverte como reportero de guerra sirve al autor para reflexionar sobre la condición humana y el horror.El pintor de batallas es una buena terapia. 'Toda novela que aspira a ser buena es terapéutica, para el que la escribe y para el que la lee'. Pero no es catártica, porque el autor no ha querido liberarse de nada ni olvidar el horror que ha visto, sino soportarlo. Es la diferencia entre pesadillas y fantasmas. Las primeras atormentan, los segundos están asumidos, acompañan, precisa el escritor. 'Vukovar es uno de mis fantasmas'. 'Escribir me permite convertir pesadillas en fantasmas'