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CincoSentidos

Lágrimas de Wie por no pasar el corte

La jugadora hawaiana se quedó a cuatro golpes en el Sony Open

La joven multimillonaria Michelle Wie, de sólo 16 años, nunca creyó que pasar el corte en un torneo del circuito profesional estadounidense (PGA Tour) se le resistiría tanto. La golfista hawaiana, que se ha quedado como la única desafiante en un mundo de hombres, no logró contener sus lágrimas. El padre de la jugadora desveló que cuando su hija llegó a casa se encerró en su habitación donde lloró desconsoladamente.

Wie tampoco lo logró en el séptimo intento. Los 79 golpes de la primera jornada -nueve sobre par-, le dejaron sin opción. Los 68 del segundo día le sirvieron para mejorar su imagen aunque falló el corte del Sony Open de Hawai por cuatro golpes cuando el año pasado lo hizo sólo por uno.

Dos días más tarde David Toms levantó el trofeo que le acreditaba como ganador junto con el cheque de 918.000 dólares de premio. Probablemente Michelle Wie sólo vio el instante de las fotos, las felicitaciones, el dinero y la repercusión de la victoria sin acordarse que en el mes de noviembre Toms fue intervenido durante cinco horas para solucionarle un problema cardiaco que le afectó el 15 de septiembre.

Toms es un tipo sencillo. Nació, creció y vive en Luisiana, en cuya universidad se licenció. Entonces poco podía imaginar que se convertiría en uno de los mejores jugadores del mundo, ha disputado la Ryder Cup y ha ganado el US PGA de 2001.

'Jamás pensé que me divertiría tanto jugando al golf y menos aún que ganase tanto dinero, más del que puedo necesitar para vivir cómodamente', dijo en una ocasión. Por eso se interesó en qué podía hacer para ayudar a los menos favorecidos hasta que en 2003 creó la David Toms Fundation, la cual donó 600.000 dólares para los damnificados por el Katrina.

Después de obtener su decimosegunda victoria en el PGA Tour, con cinco golpes de ventaja sobre sus compatriotas Rory Sabbatini y Chad Campbell, le preguntaron en qué pensó en el momento de embocar el último putt. Toms miró fijamente a la cámara y sus ojos enrojecieron. El título era para Adam Young, el director de su fundación, que siguió el torneo por televisión y que al día siguiente recibiría la primera sesión de quimioterapia después de que le fuera diagnosticado un cáncer en el sistema linfático.

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