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CincoSentidos

Turín da mucho juego

Del 10 al 26 de febrero, los Juegos Olímpicos de Invierno atraerán todas las miradas sobre la capital del Piamonte italiano

La ciudad ha hecho bien sus deberes. Se ha preparado con tiempo y ha creado un Distrito Olímpico (cerca del Lingotto, la antigua fábrica de la Fiat convertida en fabuloso complejo cívico y de ocio), además de otros seis puntos olímpicos repartidos por el casco urbano. Los Alpes casi se tocan desde esta capital norteña, y también en sus pistas tendrán lugar algunas de las pruebas. Por unos días Turín parece dispuesta a perder su discreción de aristócrata que evita pavonearse y airear sus títulos y excelencias.

Que no son pocas. Turín es la cara de la otra Italia, la brumosa y trabajadora del norte, burguesa y desahogada, verde, elegante, sibarita. Jardines y parques por todas partes, colinas frondosas arropando su casco antiguo, techado por veinte kilómetros de pórtici (soportales) de todos los estilos y variedades marmóreas, tranvías silenciosos deslizándose como gatos entre palacios barrocos y pulcras fachadas, restaurantes y cafés históricos donde se perfuman las viandas con láminas de trufa blanca y se recuerda que el vermú y el chocolate fino, si no se inventaron aquí, encontraron al menos su más sabia formulación.

En uno de esos restaurantes históricos, Del Cambio, Cavour, Garibaldi y otros próceres del Risorgimento urdían a los postres la unidad de Italia, y Turín fue, de hecho, la capital de la nueva nación entre 1861 y 1864.

Claro que la ciudad tenía un excelente historial: Aníbal la había destruido, y los romanos la habían recompuesto con el nombre de Augusta Taurinorum -de ahí Turín- y que sea una cabeza de toro el símbolo prodigado en fuentes y anagramas municipales.

Antes de que la Casa de Saboya sirviera de aglutinante para el resurgir de Italia, Turín ya era una de las urbes barrocas más elegantes de Europa. Su corazón báscula entre la Piazza Castello -donde están el Palacio Real, el palacio Madama, de Filippo Juvarra, y la iglesia de San Lorenzo, de Guarino Guarini- y la Piazza San Carlo, salón urbano concebido por Castellamonte y cerrado por dos iglesias gemelas, una de ellas de Juvarra. Entre ambas plazas, la Via Roma reúne algunos de los más lustrosos pórtici y tiendas de moda.

Incluso la catedral gótica queda ensombrecida por su propia capilla barroca de Guarini donde se guarda il Santo Síndone (la sábana santa, que aquí nadie discute). Pero las dos obras cumbre del barroco piamontés están a las afueras; una muy cerca, la Basílica de Superga, obra de Juvarra (por cierto, a sus espaldas un monumento recuerda el accidente de avión en que pereció el equipo local de fútbol, antecesores de la actual Juventus); y un poco más alejado, entre jardines y bosques, el palacio de Stupinighi, pabellón de caza de los Saboya.

La 'mole antonelliana', construida en 1863 para servir de sinagoga, y el Lingotto, la fábrica de la Fiat levantada entre 1917-1920 y transformada por Renzo Piano en un centro cívico con tiendas, hotel de diseño, centro de Convenciones, palacio de Exposiciones, etcétera, son los nexos de unión con esta ciudad renovada y exultante que acoge ahora a los Juegos Olímpicos de invierno.

Guía para el viajero

cómo ir Alitalia (902 100 323) tiene varios vuelos diarios desde Madrid a Turín vía Milán o vía Roma; el precio del billete ida/vuelta es a partir de 149 euros, a los que hay que añadir tasas y derechos de emisión (unos 80 euros).alojamiento Le Méridien (Via Nizza 294, teléfono 011 66 42 000, reservas desde España: 900 993 270) es un hotel de diseño instalado en el propio Lingotto (antigua fábrica de la Fiat), junto al Distrito Olímpico. Turín Palace (Via Sacchi 8, teléfono 011 562 55 11), uno de los mejores hoteles de la ciudad, construido en 1872, con suntuosas estancias decoradas con antigüedades y obras de arte.comerEl histórico restaurante Del Cambio (en la Piazza Carignano) data de 1757, allí se reunían Cavour y los políticos del Risorgimento, los comedores (y el Café anexo) conservan todo el sabor de época.Otro restaurante histórico es Al Bicerin (en Piazza della Consolata), entre cuyos clientes figuraba también Cavour, además de Alejandro Dumas y otras celebridades (el bicerin es el café típico turinés, que hay que probar: lleva chocolate y nata).

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