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Economía japonesa

Japón recupera el pulso tras el fin de la deflación

Quince años después, el todavía segundo mayor motor de la economía mundial vuelve a funcionar. En medio del fervor con el que se han desarrollado sus vecinos desde finales de los años ochenta, el pobre rendimiento económico del que fuera primer tigre asiático ha supuesto una excepción difícilmente explicable que parece tocar a su fin.

Japón protagonizó, junto a Alemania, el milagro económico de la segunda posguerra mundial. Las eficientes técnicas industriales y el alto porcentaje de PIB destinado a inversión llevaron al país a un fuerte ritmo de crecimiento, sobre todo en los años 60. A finales de los 80, una política monetaria laxa motivó el rápido encarecimiento en los activos. La intervención del Gobierno, elevando los tipos de interés e introduciendo medidas para limitar la especulación, llevó a una fuerte caída de precios que se trasladó al conjunto de la economía. La temida deflación ha campado por sus respetos -la inflación subyacente ha sido negativa de forma ininterrumpida los últimos siete años-, generando pérdidas salariales y desincentivando la inversión.

El fin del bucle llegó a principios de 2003, cuando el Banco de Japón decidió elevar la oferta monetaria para depreciar el yen. La mejora de los resultados de las empresas exportadoras, que ya habían ajustado sus costes, llevó a recuperar la confianza y la producción: el PIB creció un 2,7% en 2004, y las previsiones de la OCDE apuntan hacia un 2,4% en 2005 y un 2% en los dos ejercicios siguientes. Con este escenario y unas expectativas de ligera inflación para el año que viene, el Banco de Japón se plantea poner fin a su alegría monetaria -los tipos de interés están en el 0,1% desde 2001. La revaloralización bursátil del 40% en un año, apoyada en sólidos beneficios empresariales, parece darle la razón. El Gobierno del conservador Junichiro Koizumi, en cambio, cree que aún es pronto para un cambio que podría apreciar el yen y atenuar, por tanto, el empuje exportador. El ministro de asuntos internos, Heizo Takenaka, ha llegado a advertir de que, si toma la decisión a solas, la independencia del Banco, que data de 1998, 'podría ser discutida en la arena política', informa The Economist. En el debe del organismo emisor pesa su decisión de elevar los tipos de interés en 2000, que llevó a prorrogar varios años la atonía productiva.

El primer ministro Koizumi, en el poder desde 2001, renovó en septiembre su mandato en unas elecciones que sirvieron de plebiscito a sus planes de privatización del servicio postal. Un mes después, el senado aprobó la futura venta de Japan Post, el mayor banco del mundo con 2,5 billones de euros en activos y 260.000 empleados. Cuando se concrete, será una inyección de fondos que aliviará parte de los desequilibrios, en un país que combina las mayores reservas de divisas del mundo con una deuda pública cuyo servicio supone anualmente un 22% del PIB. Con 127 millones de habitantes y una de las menores tasas de natalidad del mundo, Japón tendrá que aprovechar la salida del túnel para afrontar dolorosas reformas estructurales si no quiere repetir errores pasados.

La consolidación fiscal, principal tarea pendiente

Pese a su reciente victoria electoral, los últimos meses del Gobierno de Koizumi -ya ha anunciado que abandonará su dirección en septiembre de 2006- no serán fáciles. Y eso, pese a la acreditada recuperación económica: la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico considera en su informe de diciembre que el ajuste derivado de la explosión de la burbuja de activos de finales de los 90 ya ha terminado, lo que permitirá un crecimiento del PIB cercano al 2% en los próximos años. La expansión se apoya, de momento, en el consumo privado y los fuertes beneficios empresariales. También ha concluido el ciclo descendente del empleo y los salarios. Sin embargo, la OCDE considera que la política monetaria expansiva del Banco de Japón debería continuar hasta que la subida de precios tenga suficiente entidad como para descartar una vuelta a la deflación.El organismo asesor de las 30 mayores economías del planeta recomienda al Gobierno de Japón que aproveche la actual senda de crecimiento para avanzar en la consolidación fiscal. El déficit público roza 7% del PIB, tras años de fuerte expansión del gasto público mientras los ingresos apenas crecían. El Ejecutivo tendrá que afrontar también una deuda pública que alcanza el 150% del PIB. Koizumi quiere recortarla para moderar el ingente déficit público, una tarea hacia la que también se encamina una posible elevación del IVA en 2007 -en la actualidad apenas del 5%. Estas medidas supondrán un coste a corto plazo que el primer ministro quiere compartir con el Banco de Japón, para lo que le exige, contra el criterio de éste, que mantenga su inyección monetaria.

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