Payá, un siglo de historia del juguete
Trenes eléctricos, coches y motos de carreras que funcionan dándole cuerda a los resortes metálicos, barcos, aviones, muñecos, carruseles... La hojalata litografiada de Payá cumple 100 años convertida en objeto de deseo de coleccionistas de aquellos juguetes que empezaron a fabricarse a primeros del siglo pasado.
æpermil;ste es el motivo por el que el Museu Valencià de la Il.lustració i la Modernitat (Muvim) de Valencia ha programado una exposición en la que se repasa la historia de la mítica fábrica de juguetes, prácticamente la primera de España que tuvo repercusión y que dio pie a la creación de toda una industria del sector en la Foia de Castalla, una comarca del interior de Alicante, con Ibi y Onil como principales localidades.
La exposición ha sido comisariada por Carlos Pérez y Lino Vila, trabajador este último de la empresa desde 1965, y permite comprobar desde cómo se realizaban estos juguetes de hojalata -con moldes de madera y yeso sobre los que se creaban las distintas partes- hasta las piezas más codiciadas, como un Bugatti azul que fue una auténtica sensación en la época.
Los juguetes de Payá reflejan un cierto aire art-decó fruto de su inspiración en los modelos que se fabricaban en otras partes de Europa a primeros de siglo. No en vano, según recuerda Pérez, la producción juguetera valenciana de esa época se basó en gran medida en la copia de los modelos que se fabricaban en Alemania o Francia. La llegada de las dos guerras mundiales permitió a Payá hacerse un hueco en el mercado, dado que las empresas del continente adaptaron su producción a las necesidades bélicas.
Tras la Guerra Civil, cuando la empresa fue socializada, se retomó la actividad y fue evolucionando. Los trenes eléctricos -muchos recuerdan el machacón estribillo 'Tren Payá, tren Payá...' del anuncio- fueron su gran baza y siguen siendo uno de los elementos más deseados por los coleccionistas.
De empresa familiar a cooperativa
Payá Hermanos, la empresa que crearon Pascual, Emilio y Vicente en 1905, acabó en realidad cerrando sus puertas. Tras una grave crisis que terminó en una suspensión de pagos, las naves y el suelo sobre las que se asentaban acabaron en manos de los bancos. Sin embargo, un grupo de 84 empleados de los 242 que había fueron a la subasta de las máquinas y la matricería (los moldes) y crearon una cooperativa para seguir explotando la marca y los productos para los coleccionistas. 'Hoy somos 15 empleados, de los que sólo yo soy de aquella época', explica Lino Vila, presidente de la cooperativa.El futuro pasa ahora por la creación de un museo en el que se expongan los productos históricos y mantener una producción de juguetes que son en realidad objetos de decoración así como atender la demanda de piezas de repuesto.