Los tintos de Toro siguen la senda de la modernidad
Hasta cinco nuevas bodegas se inscribieron el año pasado en la denominación de origen Toro, que sigue creciendo y dando que hablar. A día de hoy ya son 40 las bodegas con las que cuenta la denominación, que nació en 1987 con sólo seis. La revolución que en estas casi dos décadas se ha producido en esta tierra sólo es comparable con la que en su momento vivió el Priorato catalán. De unos vinos rudos, alcohólicos y pastosos, se ha pasado a tintos modernos que reflejan la personalidad y potencial de la uva autóctona, la tinta de Toro -una adaptación local de la tempranillo-.
Viñedos cuidados, en buena parte formados por viñas viejas, muchas prefiloxéricas (por lo que no llevan el injerto de la variedad americana), bodegas tecnificadas, adecuadas prácticas enológicas y mimo en las crianzas -muchos elaboradores optan por barricas francesas que respetan el tanino dulce y aportan matices de complejidad- han dado como resultado tintos concentrados, potentes, con color, cuerpo y estructura, una nueva raza, un auténtico revulsivo en el mundo del vino español.
Los primeros en darse cuenta, allá por los 80, del potencial de Toro fueron una serie de bodegueros (Manuel Fariña, Frutos Villar o Antonio Sanz) que comenzaron a cambiar los esquemas, apostando por otro tipo de elaboraciones. El éxito fue inmediato y enseguida comenzaron a aparecer firmas consagradas del vino (Mariano García, Vega Sicilia, la familia riojana Eguren o Alejandro Fernández) que han dinamizado la zona, atrayendo nuevas bodegas, creando vinos muy actuales que se sitúan entre los mejores del panorama enológico español.
Los vinos rudos y pastosos de antes son ahora tintos potentes y concentrados
Pero no sólo hay capital nacional en la denominación de origen. El abogado y millonario escocés Grant Stein se instaló aquí en 1998, atraído por las posibilidades de Toro, y fundó Estancia Piedra, contando con la asesoría enológica de Ignacio de Miguel (uno de los más prestigiosos técnicos españoles). Hoy sus vinos (el Estancia Piedra crianza, el Selección, el Paredinas y la Garona) compiten en calidad con los de, por ejemplo, otros foráneos afincados en la zona, los hermanos Lurton, reconocidos bodegueros franceses -que asesoran a bodegas de todo el planeta- y que en Toro elaboran un excelente Campo Elíseo.
Franceses también y recién llegados (en 2003) son Bernard Magret y Gerard Depardieu, quien produce un vino de garaje sumamente elegante, de nariz compleja y boca potente. Es el Paciencia o Spiritus Sancti, un mismo vino embotellado con dos etiquetas diferentes por aquello del marketing y de la imagen de Depardieu, que siempre vende. El 2003 es la primera añada. De momento, no se comercializa en España sino que sólo se exporta a Francia y a EE UU a unos 100 euros.
Una bodega pequeña, relativamente nueva, del 2002, que lo está haciendo muy bien es Matarredonda, que además del Libranza -el top de la casa, de nariz intensa, sabroso y con carácter- acaba de sacar el Juan Rojo, un vino moderno de media crianza, afrutado, redondo.
Un peso pesado en la denominación de origen, junto a los Numanthia y Termanthia de los Eguren, o el Viña San Román de Maurodós, es Pintia, la bodega toresana de Vega Sicilia. El respeto escrupuloso por la uva, que antes de elaborar se mantiene a tres grados en cámaras para preservar aromas y acidez, su fermentación en tinos de madera de roble francés y las esmeradas crianzas hacen del Pintia 2002 (va por su segunda añada) un vino magnífico, fresco, elegante, con estructura y un larguísimo final. Como todos los Vega Sicilia, se vende por cupos.