El oráculo de Delphi
La solicitud de bancarrota de Delphi, la mayor en la historia de la industria de la automoción de EE UU, es suficiente mala señal (...). Esta es una historia sobre globalización y el cada vez más insostenible gasto en sanidad y pensiones de los negocios tradicionales en EE UU. Pero es también la historia de una industria -y aquí tanto gestores como sindicatos tienen la culpa- que permitió crecer su estructura de costes de manera desproporcionada respecto de su productividad.
Un trabajador de Delphi que gana 25 dólares a la hora cuesta en realidad una media de 65 dólares por hora si se tienen en cuenta los costes del retiro y del seguro médico (...). Delphi se puede considerar afortunada al tener 12.000 pensionistas frente a 185.000 trabajadores. General Motors tiene más de un millón de beneficiarios de los que hacerse cargo con una plantilla de 317.000 empleados.
Sea cual sea el desenlace final, la bancarrota de Delphi supone la sentencia de muerte del sistema de paquetes de pensiones que los empleados de los fabricantes de coches han disfrutado durante largo tiempo. Aquellos beneficios fueron negociados para una industria en crecimiento, pero las cifras ya no casan. La verdad es que este tipo de sistema de beneficios probablemente no fue una buena idea desde el principio.