Profundidad e ironía en 'Esta pared de hielo'
José María Guelbenzu siempre ha escrito cuando se ha tenido que enfrentar a algo que no comprendía bien pero que necesitaba asimilar para seguir viviendo. Su última novela, Esta pared de hielo, es producto de una reflexión sobre la vida y la muerte. 'Sobre la vida he reflexionado mucho. La muerte te la tomas en serio a partir de un momento determinado, cuando ves que se acerca', observa el escritor madrileño de 61 años. Y lo ha hecho con ironía.
Esta pared de hielo, publicada por Alfaguara, es el proyecto al que Guelbenzu ha dedicado más tiempo de toda su carrera literaria. Es una novela de ficción pura y dura, en ella no se cuentan cosas como si hubieran ocurrido en la realidad; encontrar el tono de la escritura y las voces, sobre todo de los principales personajes, ha sido lo más difícil.
El autor de El río de la luna (Premio de la Crítica en 1981) ha tardado más de cuatro años en escribirla. 'El principal trabajo ha sido corregir muchísimo y constantemente', recuerda. A medida que llegaba a un callejón sin salida, se dedicaba al género policiaco -tiene publicadas las novelas No acosen al asesino y La muerte viene de lejos bajo la firma J. M. Guelbenzu-. 'Me permitían desahogarme', revela.
Esta pared de hielo es una novela dialogada, dividida en tres partes. Obertura introduce la situación y a los dos protagonistas que alternan sus historias (el alma del difunto Julián Bo habla con el barquero que le ha de transportar a la otra orilla y su viuda, Inmaculada, conversa con Leonardo, un diablo seductor empeñado en averiguar si en la biografía de su marido hay un hecho oscuro). Oratorio presenta las secuencias que transcurren en el tanatorio, donde familiares y amigos conversan sobre cosas banales. Coda, por último, se centra en el diálogo entre la muerte y el diablo, en el que constatan que Dios está desaparecido desde hace dos siglos, más o menos desde la Revolución Francesa.
A través de estos diálogos, el lector descubre al protagonista, un infeliz sin ambiciones que a la hora de encararse con la muerte piensa que ha desperdiciado su vida. 'Cuando alguien ve que algo se acaba considera que ha dejado de hacer mucho. Es una forma de decir indirectamente que lo único que quiere es seguir viviendo', opina Guelbenzu.
La vida del personaje le ha conducido a la mediocridad, como a muchos de su generación. 'Haber nacido en España en este siglo es haber nacido en el patio de atrás de la historia', se lamenta el alma del difunto en un momento de la novela. Guelbenzu precisa: 'Para toda una serie de gente que ha nacido en los años 30 y 40, si les importa algo la historia es cierta esa sensación de estar fuera del mundo, de no tener nada que ver con una decisión buena, mala o nefasta sobre el transcurso de la historia del mundo, porque estabas fuera de él'.
En su biografía, sin embargo, hay un hecho extraordinario que hace que el diablo, aburrido porque ya sólo quedan almas tontas, se interese por él. Tiempo atrás, Julián Bo adoptó una drástica decisión, relacionada con una fotografía de un crío famélico tirado en una calle en el gueto de Varsovia, que provoca en el personaje una crisis de conciencia. La fotografía, reproducida en la novela, produce la idea de desamparo y muerte, una referencia a la realidad en una historia de ficción tan pura como ésta, aclara el escritor.
Esta pared de hielo está cargada de intriga y sarcasmo. 'Lo llamo también humor corrosivo', apunta Guelbenzu. Con ironía, el escritor da un repaso a la situación de simpleza mental que caracteriza la sociedad de masas. Pero también se ríe de sí mismo. Así, en una de las conversaciones en el tanatorio, un personaje comenta que al chico le han puesto un análisis de texto sobre una novela ' de un tal Guelbenzu' y el interlocutor responde que 'han ido a por él'. 'Para poder reírte de otras cosas, lo más sano es reírte de ti mismo', asegura.
Conclusiones sobre el amor de toda una vida
Entre una novela y otra, José María Guelbenzu sigue avanzando en el personaje de la jueza Mariana de Marco, la protagonista de No acosen al asesino (2001) y La muerte viene de lejos (2004). En la actualidad, prepara una tercera entrega, una novela 'de más movimiento que las anteriores', anuncia.El escritor se dedica en exclusiva a la literatura desde 1988, cuando dejó la dirección de Taurus y Alfaguara.Proyectos de lo que denomina alta literatura le quedan menos. 'Un par de ellos, ya me voy haciendo mayor'. El inmediato le llevará también mucho tiempo, porque será una novela muy complicada. Tratará sobre el amor e intentará que contenga todas las conclusiones a las que ha llegado a lo largo de su vida sobre este sentimiento.