Skype y el pabellón del futuro
En la Exposición Universal de Sevilla de 1992 uno de los pabellones estrella -esto es, uno de los que provocaba las mayores y más sofocantes colas- era el llamado pabellón del futuro, en el que se suponía se avanzaban las novedades que depararían los próximos años. Aunque las limitaciones de la memoria obligan a imponer ciertas cautelas, pocos de los artilugios o sistemas expuestos forman hoy parte de la vida diaria. Y no se trata de que este pabellón fuese especialmente obtuso; la incapacidad para predecir el futuro se puede comprobar tomando cualquier revista de divulgación de los años 80.
Este periódico entrevista hoy al presidente en España de Skype. Es este un sistema que permite llamar por teléfono a través de internet. Se convierte la voz en un paquete de datos que circula por la red hasta el receptor. Llamar de un ordenador a otro es gratis. Hacerlo desde un ordenador a un teléfono es extremadamente barato. Skype ha alcanzado en poco tiempo 54 millones de usuarios, entre ellos el que firma estas líneas. Lógico, dado que permite llamar casi gratis. Mientras tanto las compañías telefónicas tradicionales se gastan millonadas en campañas tales como financiar un automóvil que da vueltas a 300 kilómetros por hora sólo para captar los clientes que a Skype le llueven.
Estas empresas de telecomunicaciones estaban postuladas para ser las grandes beneficiadas de la revolución tecnológica que vino con internet y las tecnologías de la información. Esa revolución que no se llegó a atisbar hasta después de 1993. Pero sólo ha sido así hasta cierto punto.
El consumidor se gasta hoy más que antes en comunicaciones, pero no es menos cierto que las telefónicas son los proveedores de infraestructura para que otra legión de empresas como Skype hagan dinero, aunque sea a su propia costa. Porque, al final, Skype supone una amenaza precisamente de las empresas que proveen la infraestructura imprescindible para que haga dinero. ¿Alguien se imaginaba hace 10 años este caprichoso giro del destino?