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Cultura

Las tripas del 'zinemaldi' bajo la alfombra roja del Kursaal

Bernardo Bertolucci enferma de gastroenteritis y hay que llevarlo al hospital; Sean Penn, encantado con la ciudad, decide quedarse dos días más a pesar de que su hotel está completo y el personal que le atiende debe ocuparse de otro actor; el peluquero de Charlize Theron se queja de los ruidos que provocan los empleados del hotel, en huelga para exigir una mejora de sus condiciones laborales. El director Robert Wise, al que la muestra había dedicado una retrospectiva, fallece pocas horas antes de la inauguración. Los imprevistos en el festival de cine de San Sebastián son variados y cada año se cuentan por cientos, aunque lo que se conozca de él es el glamour de su alfombra roja. 500 personas velan por solucionarlos y conseguir que todo salga perfecto. Este año, desde el 15 al 24 de septiembre.

Lo logran, aunque muchas veces no es fácil. El certamen es un gigante que en 2004 acreditó a 1.604 personalidades de la industria del cine y fue cubierto por 1.138 periodistas de 592 medios de comunicación de 39 países. Sus salas proyectaron 227 películas en 679 sesiones, desde las nueve de la mañana hasta pasada la una de la madrugada. A ellas asistieron 220.000 espectadores. No es de extrañar que el personal acabe agotado.

Nekane Miranda es secretaria de relaciones públicas de invitados y colabora con la cita desde su época de estudiante de Turismo, cuando entró con una beca. Ahora trabaja en el zinemaldi -festival de cine, en euskera- cuatro meses al año. Reconoce que durante los días fuertes, se le han escapado las lágrimas de cansancio.

'Nada más llegar, a las nueve de la mañana, fotocopio el resumen de prensa, verifico las llegadas de las personalidades del día, pregunto a cada sección su importancia y, en función de ésta, les mando un ramo de flores y una botella de cava o sólo una carta de bienvenida', cuenta. No para. Reserva mesas en los restaurantes, clasifica mails y sirve de chica para todo. Conseguir dos entradas para un realizador en una sesión con el aforo completo es una anécdota para ella.

Hasta al más mínimo percance encuentra solución: una azafata espigada entra cojeando a la oficina de Relaciones Públicas, el cuartel general de Nekane. '¿No tendréis una tirita que llevo todo el día detrás de los directores de la sección oficial y los tacones me están matando?'. 'Claro, cariño, una de esas de silicona, que no se te despegan en toda la noche', le responde. Y es que en los cajones de los relaciones públicas abundan los ungüentos y afeites para enseñar la mejor cara del festival. Hasta trajes de fiesta cuelgan del pomo de la puerta para acompañar a los invitados en su paseo por la alfombra roja.

Su trabajo consiste en mimarlos durante su estancia en Donosti. A los más importantes, como Willem Defoe este año, los atienden desde que se levantan hasta que se acuestan. Recibimiento en el aeropuerto, habitación en el mejor hotel, una comida en Arzak, pintxos, copas o una visita relámpago al Guggenheim. Si quieren comer con otra personalidad, se arregla. Todos los caprichos son pocos. 'Cortesía del festival'.

No en vano, los encantos de la ciudad y las atenciones del zinemaldi son su baza para competir con citas como Venecia o Cannes, que suelen atraer más glamour hollywoodiense.

Casi todos se meten grandes raciones de trabajo en el cuerpo. La jornada de Ane Intxausti, encargada de los cineastas de la sección oficial, es de nueve de la mañana a una y media de la noche. Ha salido en las fotografías de todos los periódicos acompañando a los 'famosos' y le hace gracia. Sobre el trabajo es tajante: 'El que más curra es Mikel (Olaciregui, el director)'. No duerme más de 4 horas ningún día.

Un ejército de acomodadores, taquilleros, proyectistas, chóferes, azafatas y relaciones se confiesan enganchados a este trabajo temporal. 'Cada año pienso que es el último', admite Nekane. 'Pero siempre vuelvo'.

La noche después de la clausura, los 500 irán de cena. Al día siguiente, la docena de personas que trabaja durante todo el año se quedará sola para cuadrar los 5,8 millones de presupuesto y, tras un pequeño descanso, vuelta a empezar. Manos a la obra con la selección de filmes (este año vieron más de 1.200) y la captación de patrocinadores.

Julian Schnabel, un amigo del festival

Pintor vanguardista, escultor y cineasta. Pero además, un gran amigo del festival. El histriónico Julian Schnabel es un incondicional de la cita, a la que acude cada año. Casado con una donostiarra, Olatz López Garmendia, en San Sebastián presentó una de sus películas más conocidas, Antes de que anochezca, por la que el actor español Javier Bardem fue nominado al Oscar.Además de apuntarse a algunas cenas, eventos y a la proyección de películas, Schnabel cumple un importante papel: una vez al año organiza en su enorme piso de Manhatan una fiesta en honor al festival que sirve de plataforma para atraer a actores y directores de la escena independiente estadounidense. A él se atribuye, por ejemplo, la concesión del premio Donostia al actor Sean Penn. En este sentido, los delegados del festival en lugares estratégicos del mundo cumplen una función vital.Por ejemplo, otro de los asiduos del certamen, Michael Winterbottom, enfant terrible del cine indy británico con una veintena de reconocidas películas a sus espaldas, comenzó su vinculación con Donostia gracias a la delegada en Reino Unido, Ginger Corbett.

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