Sacar provecho de las vacaciones
Antonio Cancelo considera que el periodo de descanso, además de necesario, supone una oportunidad para los ejecutivos de descubrir el potencial de aquellas personas que se quedan al frente de la empresa.
Se acaban las vacaciones, en las que se hace un alto en el camino para después volver a reencontrarnos con la cotidianidad. Es una circunstancia en la que se encuentra un amplio número, la mayoría, de los directivos en el mundo y particularmente en España, donde la concentración del período vacacional en el mes de agosto alcanza una de las cotas más elevadas.
Resultan las vacaciones un período claramente diferenciado del resto del año, en el que se rompen los esquemas de dedicación habituales, siendo un tiempo presidido por la libertad de elección, sin cortapisas exteriores, salvo las que provengan del núcleo familiar con el que también hay que ejercitar el compromiso del pacto. Es un tiempo deseado en el que se depositan grandes esperanzas y que se espera sin urgencias durante la mayo parte del año, salvo probablemente los quince o treinta días previos, cuando ya están a la vuelta de la esquina, en que surge una especie de desasosiego, de necesidad, que alarga extraordinariamente la espera.
La llegada de las vacaciones suelen generar un estado emocional de impaciencia, estando necesitados de que el tiempo corra, como si su proximidad pusiera al descubierto una carga acumulada de trabajo, una pesadez, de la que sólo es posible liberarse rompiendo con las ocupaciones ordinarias. Lo más curioso es que esa sensación se origina cuando las vacaciones aparecen en el horizonte próximo y no con anterioridad.
Tiempo esperado que es una conquista de las sociedades modernas y que en su dimensión actual son verdaderamente recientes, permite a través del cambio, de llenar el tiempo de forma diferente, de cambiar el orden de prioridades, el lugar de residencia, etc., reponer energías, fortalecer el estado de ánimo para reemprender la actividad ordinaria con el vigor y la fortaleza que comenzaban a estar en entredicho. Al directivo le tienen que sentar bien las vacaciones y lo que las empresas necesitan es que regresen no sólo descansados, sino también con el equilibrio anímico preciso para afrontar con éxito la importante tarea que les espera durante los siguientes once meses.
Hay directivos que durante su período vacacional necesitan saber lo que está ocurriendo mientras están ausentes, por lo que se hallan en contacto directo con el lugar de trabajo, y aún entre estos se puede distinguir aquellos que necesitan llamar a diario, o varias veces al día, y los que lo hacen de modo más espaciado. En todo caso lo que caracteriza este comportamiento es que la iniciativa del contacto proviene del propio directivo.
Otros directivos están simplemente localizables por si les necesitan, pero no son ellos los que sienten la urgencia de estar al tanto de las vicisitudes del trabajo, correspondiendo la iniciativa de cualquier consulta a quienes en ese tiempo se han hecho cargo del funcionamiento de la actividad. Este modo de actuar tiene la ventaja práctica de poder contrastar la capacidad de las personas en quienes se deposita una responsabilidad adicional a la de su función ordinaria, permitiendo madurar a aquellos que se espera puedan promocionar en el futuro.
Desde luego cualquier negocio o departamento en los que existan dudas de su buen funcionamiento por el simple hecho de la ausencia temporal de su responsable, refleja un modelo de dirección anticuado, de responsabilidad concentrada y papel absorbente del directivo, que poco o ningún juego puede dar al desconocer fórmulas organizacionales en las que la contribución del conocimiento acumulado de todas las personas permitan la sustitución con garantías de cualquiera, por elevado que sea su rango y valiosa que resulte su aportación.
De manera que el hecho de que existan directivos que consideran su presencia permanente, incluso en la distancia, imprescindible, lo único que pone de relieve es la falta de confianza que tienen en sus colaboradores, lo que generalmente va acompañado de una hipervaloración personal, aspectos ambos que repercutirán debilitando a la organización. Hay muchas formas de ocupar el tiempo y cada uno es libre de elegir aquella que le parezca más oportuna, pero no se puede olvidar que estamos hablando de las vacaciones, tiempo distinto que debería ser utilizado de manera diferente. El trabajo es algo muy importante, y es lógico que ocupe un lugar prioritario en la vida de las personas, mucho más de los directivos, que aceptan una responsabilidad particular al respecto, pero no es lo único y nunca será un buen directivo aquel que no sea capaz de encontrar otros espacios de interés fuera del ámbito laboral.
Si es verdad, y creo que lo es, la permanente queja de los directivos sobre su carencia de tiempo para hacer otras cosas que también valoran, esta es la ocasión para demostrar la veracidad de su lamento, dejando de lado su preocupación por el discurrir de los acontecimientos en el trabajo, a la vez que muestran la confianza que le merecen las personas que forman parte de su equipo.
Dentro del respeto más profundo a las opciones personales, el tiempo vacacional y de ocio reúne características especialmente adecuadas para adentrarse en el apasionante mundo de la lectura, dejando por una vez las estrictamente económicas o técnicas o los best sellers del management, para adentrarse en el mundo genérico de la literatura, en el que además de disfrutar se encuentran incluso excelentes ideas para la resolución de situaciones complejas. Nada mejor, para uno y para las empresas, que reiniciar el trabajo descansados y, además, cargados de ideas.