Un coche de carreras para particulares
Si hacerse con un Ferrari Enzo -algo así como la cumbre de la marca italiana en cuanto a modelos de calle- resulta una empresa que raya lo imposible, pues no sólo cuesta en torno al millón de euros, sino que además los responsables de la marca examinan con lupa el caché de su clientela potencial para evitar ulteriores especulaciones comerciales, lo del nuevo FXX, derivado del anterior aunque no homologado para circular en carretera abierta, resulta casi de poema.
Un ejemplo: por lo pronto su precio se eleva al millón y medio de euros, y eso antes de aplicar los correspondientes impuestos. Pero es que, de paso, la firma del cavallino sólo fabricará 20 unidades para todo el mundo.
Para colmo, se trata de un modelo que, en buen grado, resulta casi descabellado: rinde la friolera de 800 CV, a partir de su mecánica atmosférica -o carente de sobrealimentación- de doce cilindros en V y seis litros de capacidad, por supuesto, dotada de la correspondiente culata multiválvulas.
Toda esa energía se dirige a las ruedas posteriores previo paso por una avanzadísima y rápida caja de cambios prácticamente simétrica a la que llevan los monoplazas de Ferrari de Fórmula Uno, un cambio de tipo robotizado y secuencial que se sirve de sendas levas ubicadas en la caña de la dirección, justo detrás del volante, para subir o bajar de marcha. En total, cuenta con seis velocidades.
Fabricado en materiales tan ligeros como caros, robustos y sofisticados -fibra de carbono, aluminio -, el FXX modifica diferentes aspectos del Enzo.
Así, y aunque mantiene su habitáculo biplaza, no tiene ópticas traseras. En su lugar figuran dos salidas de escape dobles, dispuesta dos a dos, incorpora unos minúsculos faros delanteros enrasados y modifica buena parte de la cobertura aerodinámica, sobre todo en la zona trasera, para optimizar su deslizamiento a través del viento.
En este sentido, el alerón posterior, montado sobre la carrocería, puede variar de inclinación a voluntad, para incrementar la sustentación del tren de rodaje a costa de mermar la velocidad, y viceversa. Al final, entre unas y otras modificaciones el FXX incrementa la succión aerodinámica un 40%. Por otra parte, añade un dispositivo de telemetría que analiza hasta 39 parámetros de marcha y conducción, de modo que una vez el coche vuelve al box los ingenieros y especialistas de la marca pueden ayudar a mejorar las aptitudes de pilotaje de cada conductor.
Y es que el FXX no ha sido concebido para rodar por la calle o por carretera. Tampoco para competir. Aunque lo haría francamente bien, pues sus características lo hacen realmente apropiado, al menos en una de esas selectas copas monomarca. Ha sido creado para que cada uno de sus afortunados propietarios pueda rodar con él, normalmente en sesiones privadas, en aquellos circuitos que designen. En este sentido, la marca se hace responsable del traslado y puesta a punto del vehículo.
Para entrar en pista, el FXX se calza neumáticos lisos muy similares a los que se utilizan en competición, montados sobre llantas de 19 pulgadas y especialmente concebidos. Otro tanto sucede con el sistema de frenos, desarrollado de manera específica por el especialista Brembo. Son de material cerámico de alta resistencia, por lo que soportan sin miramientos un trato despiadado. Lo que haga falta para detener a una criatura que se planta en 100 km/h en unos tres segundos, y que rebasa holgadamente los 350 km/h de velocidad máxima.
Sepan además que para conducirlo sus afortunados poseedores contarán con el asesoramiento in situ de los especialistas de la marca italiana, e incluso que podrán despachar e intercambiar nociones y toda clase de sensaciones como los mismísimos Michael Schumacher y Rubens Barrichello, los dos pilotos oficiales de Ferrari en el campeonato del mundo de Fórmula Uno.