Titicaca, el mar de los Andes
El lago es la q'uta mama, tan sagrado como la pacha mama o madre tierra. Dice la leyenda que de su seno surgió Manco Cápac, el primer inca, quien llevaría a su pueblo del altiplano a las quebradas del Cuzco. Es grande como el mar, no se le ven las orillas; tiene islas y a veces tormentas y olas enfurecidas.
A pesar de estar a casi 4.000 metros de altura, la vida en su entorno no es desértica; al contrario, sus riberas gozan de un microclima que permite crecer a las rosas y abundantes flores. En la puna que lo circunda hay todo tipo de cultivos (más de ¡2.000 especies! de patata, y quínoa, una especie de sémola). El número de llamas, en la parte peruana, dobla con creces el número de cristianos, que son un millón largo.
Buena parte de ellos se apiñan en Puno, la única ciudad grande. Al menos, eso parece cuando uno llega de noche: miles de luces reflejadas en la bahía crean la ilusión de un gran puerto o metrópoli veraniega. Con el día, el hechizo se rompe, o mejor, se transforma: Puno aparece como un poblado fronterizo y provisorio, con casas siempre inacabadas (para eludir impuestos), con poco que ver (si no es la catedral, malparada por un seísmo) y mucho tabanco urgente donde mercar, como en todo lugar de paso.
Los uros no tienen ladrones ni guardas, pero sí paneles solares y televisión
Puno es ciudad novicia, de aluvión. La gente viene a buscarse la vida porque el desempleo en la región alcanza el 34% y un salario medio no pasa de 180 euros al mes. Así que el contrabando (con Bolivia) está a la orden del día. Y se espera mucho del turismo.
El alma del turismo es el lago. A tiro casi de piedra de los muelles de Puno se encuentran los uros. Uno de los pueblos más singulares de la tierra, ya que son un pueblo que no vive en la tierra. Viven sobre islas flotantes de totora: 25 islas artificiales que han fabricado a base de juncos cortados y que mantienen ancladas, pero que pueden desplazar.
El suelo cede al pisar, pero no está mojado. Las casas son también de totora, y las barcas; con la totora hacen sus muebles, artesanía, ensaladas, harina, dulces. Sesenta familias (unos 2.000 individuos) viven repartidas por estas plataformas, dedicadas la mayor parte al turismo; sólo unas diez familias se dedican a la pesca o la caza (de chocas o pollas de agua); consiguen lo demás mediante el trueque con los pueblos ribereños, en los cuales hay también uros, los uros chulluni o propietarios de chullu, finca.
Los uros no tienen ladrones ni perros ni guardias. Pero sí paneles solares, televisión en blanco y negro, dos escuelas públicas y una adventista. Si discuten y tienen problemas vecinales, tajan la isla a golpe de machete y se segregan.
Taquile es una isla como Dios manda. Aunque olvidada de la mano de Dios: esta isla de tierra y piedra y aire diáfano es la Siberia de América (que cita Vargas Llosa en algún relato). Un rincón que hasta 1945 sirvió de prisión o destierro. Para sus 400 familias aimaras es, sin embargo, el paraíso. Dividida en seis sullus o sectores, viven de la agricultura y (ahora) del turismo. En el pueblo de Guayano, Isidro enseña a los turistas, junto con sus vecinos, lo que él aprendió de su abuelo, que vivió 118 años.
Otra isla, pegada a la orilla opuesta, es Suasi; isla privada donde funciona un hotel con vocación de exclusividad. En tierra firme, los pueblos de Cambria, Moho, Vilque Chico o Huancane van jalonando una ruta que, precisamente por no estar aún preparada para el turismo, permite descubrir el rostro más auténtico de la vida campesina en torno al lago.
En Taraco sorprenden los patucos, construcciones de adobe con falsa cúpula cilíndrica. Tierra adentro, pero nunca lejos de la orilla, aguardan al turista dos buenas sorpresas: el lugar sagrado de Sillustani, una necrópolis inca con extrañas torres funerarias en un paisaje grandioso junto al lago Umayo, y el pueblo de Juli, antigua capital lumpuca, luego inca, donde hay dos iglesias coloniales, San Pedro y San Juan de Letrán: esta última, convertida en un insospechado museo con espléndidos y enormes lienzos de escuela cuzqueña. Sólo por verlos se da por buena la hora de viaje.
Guía para el viajero
Cómo ir Iberia (902 400 500, www.iberia.com) ofrece un vuelo diario directo desde Madrid a Lima, con el modelo más moderno de su flota, el Airbus 340; se pueden obtener billetes por internet, a partir de 749 euros ida y vuelta, o en agencias.Viajes El Corte Inglés ofrece el paquete Perú Imperial, de 10 días / 9 noches, visitando Lima, Puno y el lago Titicaca (3 días), Cuzco y Machu Picchu, incluyendo vuelos, traslados, hotel, entradas a monumentos y algunas comidas, a partir de 1.924 euros.AlojamientoEn Puno: Hotel Casa Andina Tikarani (Jr. Independencia 143, 5151 36 7803) y Casa Andina Private Collection Isla Suasi (5151 962 2709, www.casa-andina.com, información y reservas: ventas@casa-andina.com); el primero, es un hotel confortable y funcional en el centro de Puno, el segundo está en la isla privada de Suasi, a 45 millas por el lago (72 km) desde Puno. Golden Tulip Hotel Libertador (5151 367780, www.libertador.com.pe), está metido en el lago, sobre la isla Esteves (unida a tierra por carretera), unos cinco kilómetros al norte de Puno, con vistas al lago, Puno y las islas de los Uros.
ComerRecomendable el restaurante Sillustani, del hotel Libertador (5151 367780), comida peruana e internacional, con vistas al lago. Don Gerolamo's Trout Palace (Jirón Lambayeque 141, 5151 356840), en una mansión del siglo XVIII, con música y espectáculos ocasionales.