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Alfonso Castellano

'Hay que aceptar las crisis como oportunidades'

Le gusta practicar deportes solo, como la natación o los maratones, porque se trata de una manera de medir las distintas fases del esfuerzo que se requiere para llegar al agotamiento, ejemplo que traslada al terreno profesional

La tecnología, asegura Alfonso Castellano, ha cambiado su vida. Canario de 41 años, dirige un portal de viajes por internet y ya no se separa ni un instante del último aparato tecnológico que ha revolucionado la música. Licenciado en Administración de Empresas y Turismo, trabajó durante diez años para el grupo TUI. Es un ejecutivo curioso, con un verbo rico y fluido y una agenda trepidante, con viajes constantes a Londres, Madrid, Milán o Bruselas. Trabaja en Barcelona y vive en Palma

¿La vida de un ejecutivo es dura?

Bastante. La globalización hace que lo sea más. Pensar en muchos idiomas es muy estresante. A pesar de que las nuevas tecnologías generan proximidad y las videoconferencias contribuyen, en teoría, a ese acercamiento, yo me muevo ahora más que nunca. La presencia física es importante. Estar puesto al día en conocimientos ya no es suficiente, la globalización te obliga a interpretar en muchos idiomas y mentalidades. La única manera de llevar esta vida tan ajetreada es tener pasión por lo que se hace.

¿Cuántas horas suele trabajar?

Depende. Hay jornadas de 60 horas semanales. Cuando tienes que hacer un viaje pierdes muchas horas en aeropuertos y trayectos. Son las que menos lucen, por eso procuro ser productivo en los aeropuertos. Aprovecho ese tiempo para responder llamadas o mensajes electrónicos.

¿Cómo lo compagina con su vida personal?

Es muy complicado. Tanto en el trabajo como en tu vida personal los motores son siempre emocionales. Después de 16 años ocupando puestos directivos y gestionando muchas tensiones, he llegado a un punto de bastante equilibrio. Vivo en Palma, trabajo en Barcelona y todo el efecto globálico en mi familia lo llevo yo. Mi entrega al trabajo entre semana es total, pero el viernes por la tarde es de desconexión total. No permito que haya ninguna interferencia. Es un equilibrio peculiar al que he llegado a base de tensiones y de negociaciones tácitas y explícitas.

Con apenas 25 años ya era ejecutivo, ¿demasiado joven para asumir responsabilidades?

Yo, por currículo académico, podía haber entrado a trabajar en el área de marketing, en banca o en consultoría, pero quería volver a Canarias, y eso significa turismo. Mi formación era alta para el nivel que había allí. Estuve diez años en TUI, y aquí también jugó un papel importante la pasión y un objetivo, pensar que el touroperador tradicional tenía que cambiar. En 1999 pasé a otro modelo pionero: internet.

Ahí vivió un momento frenético, de esplendor pero también de incertidumbre.

Fue un momento exuberante, en el que se quería hacer todo en 24 horas. Después vino la travesía por el desierto. Ahora, más en calma, tengo por objetivo relanzar Lastminute.com en España en el mercado de viajes por internet. El mercado español tiene cada vez más peso como destino y como origen. Hace unos meses ocupábamos el sexto puesto dentro de la compañía, pero ahora somos los terceros, después de Reino Unido y de Francia. Mi desafío es adelantar a Francia, algo que no es descabellado. Vivimos un momento dulce. El concepto que planteábamos era real porque hemos revolucionado el sector.

¿Cómo debe actuar un directivo ante esos vaivenes?

Yo tengo tendencia a hacer siempre una lectura optimista. Hay que aceptar los cambios, las crisis, como un desafío, como una fuente de oportunidades. Yo he pasado por varias fases complicadas de gestionar. Pasé de estar enamorado del concepto de compañía por internet, a pensar que me había equivocado, que todo había sido demasiado prematuro y que había hipotecado mi carrera. Supuso para mí una cura de humildad; hasta entonces había estado malcriado. Yo pensaba que era un crack turístico cuando estaba en TUI, pero lo era por ellos. De repente, me vi vendiendo internet porque muchos no se lo creían. Ahí aprendí que eres lo que pone tu tarjeta de visita.

¿Fueron sus momentos más difíciles?

Sobre todo cuando, en 2001, mi empresa me dice que hay que soltar lastre y que debemos centrarnos en los mercados europeos rentables, que son Reino Unido, Francia y Alemania.

'Lo que no te mata, te hace más fuerte'

A pesar de las fatigas, parece haberse divertido.Me he divertido mucho, a pesar de que los momentos han sido durísimos. De repente, me encontré llamando de puerta en puerta intentando vender una puntocom. Lo peor fue pasar de ser el director general de TUI, al que todos quieren ver, a ser una persona a la que la secretaria ni le coge el teléfono. Conseguí que no me cerraran la oficina en España y un acuerdo con Sol Meliá, y nos salvamos. Lo que no te mata te hace más fuerte. Muchas veces pensé tirar la toalla, pero cuando superas obstáculos siempre sales reforzado. Ahora mismo se abre un horizonte a la exuberancia. Volvemos al punto de partida.

 

Tendrán que seguir siendo prudentes, porque el mercado no perdona los excesos.Por supuesto, pero era necesario pasar por ese filtro. Hoy las empresas que han sobrevivido están pasando por un momento oportuno. Se ha visto que no era un problema de concepto, sino de evolución.La media de edad de los ejecutivos de Lastminute es bastante joven, ¿qué aporta la juventud a una compañía?En 1999, cuando nace en el Reino Unido la empresa, sus fundadores tienen 27 y 25 años. Ya el punto de partida es joven. Después hay otro segundo factor que es la tecnología, la innovación permanente, que es un componente que atrae mucho más a los jóvenes. Ahora se va incorporando a la compañía gente con experiencia.

 

¿Necesitan, en estos momentos, de esa sabiduría?En la empresa trabajan 2.000 personas y ya no se puede gestionar como si se dirigiera desde un garaje. Ahora necesitamos experiencia y sofisticación en la gestión, pero también precisamos ser ágiles, pioneros, aventureros e innovadores, ya que son factores que hasta ahora nos han dado éxito.

 

¿No ha pensado en disminuir su ritmo de trabajo?Lo pienso unas siete veces a la semana. Poder tener calidad de vida, estar con mi familia, poder dar salida a todo el caudal de curiosidad que tengo... Lo pienso, pero me lo impide el nivel de gasolina que tengo en el depósito que alimenta la pasión. El depósito está lleno y el motor está a muchas revoluciones.

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