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CincoSentidos

Un recorrido por el Madrid de Cervantes

Cómo se vivía en el Madrid de principios del siglo XVII, regido por Felipe III y su valido, el duque de Lerma, sembrado ya el germen de la decadencia del imperio español; en una ciudad con suelos de tierra, sin alcantarillado, en míseras casas sin agua y sin luz. El lector podrá descubrirlo de la mano de Isidoro Montemayor, gacetillero y tahúr y personaje central de Ladrones de tinta, obra con la que Alfonso Mateo-Sagasta ha ganado el I Premio Internacional de Novela Histórica Ciudad de Zaragoza. 'Al escribir una novela intento no sólo hablar al lector de una época determinada, sino hacer que la viva'.

En Ladrones de tinta (Ediciones B) se funden la novela histórica, costumbrista y de intriga. El hilo conductor es la búsqueda de Alonso Fernández de Avellaneda, autor del Quijote falso. En Madrid, en ese momento, conviven todos los literatos que serán la base del Siglo de Oro y Alfonso Mateo-Sagasta pone a investigar a Isidoro, 'personaje complejo, arruinado y semieducado, que sabe moverse en el submundo del hampa y que a la vez tiene contacto con el universo de los escritores'.

Detrás del trabajo de documentación de la novela hay mucha lectura de la obra de los escritores. De hecho, Ladrones de tinta se gesta a partir de una lectura tardía del Quijote, explica el autor. Cuando este licenciado en Historia empezó a escribir El olor de las especias -su primera novela- leyó libros de los clásicos, entre ellos Cervantes, 'despacio y con notas', porque sostiene que a estos autores hay que leerlos de forma crítica. Se topó con la apasionante historia del Avellaneda y decidió convertirla en una novela de investigación.

'Intento no sólo hablar al lector de una época determinada, sino que la viva'

'Entre la primera y la segunda parte del Quijote transcurrieron diez años. En aquella época no existían los derechos de autor. Los personajes estaban al servicio de los autores', recuerda. Un ejemplo, Lope de Vega escribe su Hermosura de Angélica a partir del Orlando de Ariosto. Beben unos de otros, pero siempre hay una alabanza previa al autor original. 'El problema -insiste Mateo-Sagasta- es que Avellaneda ataca a Cervantes'. Isidoro de Montemayor irá de autor en autor para descubrir su identidad. Así, la vida del protagonista se mezclará con la de los escritores.

Es un juego dentro de la novela: Isidoro irá despertando curiosidad en los autores, como cuando exclama que ojalá pudiera subirse a la torre de San Ginés y levantar los tejados de la ciudad para ver sus secretos, idea que Vélez de Guevara aprovecha para El diablo cojuelo.

'No pretendo que los personajes históricos sean reales. Tienen que servir a la historia', aclara Mateo-Sagasta. Todos tienen algo suyo, hasta la portera, añade irónico. Es el tono general de la novela. 'La ironía es un arma que sirve muy bien a la literatura', admite. Ironía, no sentido del humor, como parte de un lenguaje que elimina el vuesa merced. 'Para mí fue un reto: escribir con el idioma actual y que fuera creíble'.

El personaje de Isidoro de Montemayor no se agota en Ladrones de tinta. Alfonso Mateo-Sagasta ya está trabajando en la que será su nueva aventura.

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