El problema del consumidor alemán
Es llamativo el contraste entre la economía española y la alemana. En España crecen la producción y el empleo pero preocupa el progresivo debilitamiento de la competitividad y el sector exterior. En Alemania, con el euro fuerte y salarios más altos, solamente las exportaciones insuflan algo de aliento al dinamismo económico. Un 6,4% crecieron las exportaciones en el primer trimestre de este año y un 7% en el último cuarto de 2004. Mientras, el consumo privado está literalmente estancado.
No se trata sólo de distintos modelos de crecimiento y de que, como reza el viejo dicho, la hierba siempre parece más verde al otro lado de la valla. El anquilosado consumo interno de Alemania y Francia abre para las economías europeas un escenario de pesadilla, y no sólo por la eventual crisis política. Un reciente informe de HSBC alerta del peligro de una recesión a la japonesa. Y todo porque el alemán de a pie se empeña en no consumir.
Los analistas de esta entidad esperan un freno en el comercio mundial, provocada por el endurecimiento monetario en EE UU, el precio del petróleo y el enfriamiento de las condiciones en China. Esto necesariamente se traduciría en una reducción de las exportaciones, Alemania incluida. Aunque el banco señala que sólo en algunas ocasiones la contracción industrial ha conllevado recesión, alerta del riesgo de que Europa, como Japón en su día, caiga en la trampa de la liquidez.
Así, ante el enfriamiento exterior el BCE optará por bajar los tipos. Pero se puede llegar a un punto en el cual las expectativas económicas son tan malas que el dinero más barato no genera más consumo ni más inversión. Familias y empresas esperan bajadas de los precios y de la producción, de modo que guardan el dinero como liquidez. Lo más probable es que la sangre no llegue al río. Pero asusta.