Electrolux decide esta semana el futuro de la fábrica de La Rioja
La multinacional sueca Electrolux anunciará esta semana el cierre de su fábrica en Fuenmayor (La Rioja). Esta es la opinión generalizada entre los 454 trabajadores que integran la plantilla, muchos de los cuales únicamente aspiran a que la negociación del 'plan social', que ha de cubrir las indemnizaciones, resulte satisfactoria.
Desde hace un mes, el mensaje que se deriva de los contactos con la cúpula de la multinacional es rotundo: la planta riojana no tiene cabida en la nueva estrategia de Electrolux, que prevé deslocalizar el 50% de su actual producción en los países de alto coste laboral ante la competencia de los fabricantes de Europa del Este y Extremo Oriente.
Sin embargo, el Gobierno autonómico no tira la toalla y asegura que no todo está perdido. También se dio por seguro el cierre de la planta en 1998 y, a última hora, la adjudicación del nuevo modelo de frigorífico eurocombi y ayudas oficiales por valor de 900 millones de las antiguas pesetas hicieron el milagro. Sólo que hoy, la salida parece mucho más difícil, porque se trata de una cuestión de costes y, en este ámbito, la estrategia de las empresas, guiadas por la búsqueda del beneficio, es implacable.
Los trabajadores de la planta riojana de Electrolux ya están acostumbrados a los sobresaltos. Tras superar la crisis de 1998, en diciembre de 2002 la planta vio recortada su plantilla en 90 empleados. De confirmarse, el cierre representaría la noticia empresarial más traumática, desde la marcha de Ramondín, fabricante de cápsulas para la industria vinícola, a consecuencia de las ventajas fiscales existentes en el País Vasco.
Lo que más preocupa a los dirigentes autonómicos es que el cierre de Electrolux tenga un efecto dominó en las otras multinacionales ubicadas en La Rioja y ponga en riesgo el modelo de desarrollo económico regional. Un desarrollo que ha primado al sector industrial, con la instalación de grandes grupos, y que está viéndose cuestionado por la amenaza de la deslocalización. Aunque la situación parece, de momento, controlada, otras multinacionales, como Lear o Collins ya han dado preocupantes avisos.
Sin embargo, la particular fisonomía económica de La Rioja hace que los cierres industriales sean, en la práctica, mucho menos traumáticos que los registrados en zonas puramente industriales. Una buena parte de los obreros de las grandes fábricas riojanas son, a la vez, propietarios de pequeñas parcelas agrícolas. Ello explica que, a pesar de los bajos salarios pagados en la Comunidad, el nivel de vida y la capacidad adquisitiva resulten elevados. Hay muchos riojanos que cobran poco más de los 900 euros mensuales de la empresa donde trabajan y cuatro veces más del rendimiento que les proporciona la viña de la que son propietarios. Y esto vale, no sólo para 454 trabajadores directos, sino también para una buena parte del millar de empleos indirectos dependientes de la planta.
Una última oportunidad en Bruselas
El presidente del Gobierno riojano, Pedro Sanz, tiene previsto reunirse hoy en Bruselas con representantes de la multinacional sueca. No aspira a un resultado tan espectacular como en 1998, cuando logró evitar el cierre de la fábrica. En esta ocasión, Sanz se contentaría con salvar una de las tres líneas productivas, la dedicada a la fabricación del Eurocombi, el modelo de frigorífico que fue el talismán entonces para salvar la planta y que ocupa a 200 trabajadores. 'Deseamos al presidente toda la suerte del mundo, pero no ha contado con nosotros', señala el secretario de los socialistas riojanos Francisco Martínez Aldama. Los sindicatos comparten su pesimismo. 'Si Electrolux asegura que es un problema de costes y no está dispuesto a invertir en la fábrica, poco puede esperarse', subrayan.