Faro de cultura

El municipio de Faro y la Universidad del Algarve han firmado un protocolo de colaboración para este año en que la ciudad ostenta el título de capital cultural; es decir, se pretende que el reinado cultural no sea efímero, tenga calado y se traduzca en estudios, edición de textos, intervenciones en el patrimonio, remoción del pensamiento crítico. Cosas que no siempre se ven a simple vista. Lo que sí han empezado a verse son algunas de las exposiciones previstas, como Do olhar inquieto (Una mirada inquieta), muestra concebida por el estado portugués para la ocasión, así como otras de los artistas Vieira da Silva y René Bertholo en la vecina Tavira.

Al margen de la sobredosis vitamínica prevista, lo cierto es que la salud cultural de Faro es, en general, excelente. La capital está en el centro exacto de esa franja litoral sureña que es el Algarve, y es la puerta natural de entrada para los millones de visitantes que acuden a la región más turística del país. De Faro se puede decir que es una y trina: por un lado está el casco antiguo, amurallado, donde se alza la catedral, algunos palacios y museos, y callejas que parecen de medina, forradas de olores sólidos. Por otro lado está la ciudad moderna (también se podría decir modernista), arropando al núcleo murado, en gran parte vetada a los coches y por donde se arraciman bancos, restaurantes y tiendas, con parques y paseos que se asoman al puerto y a la ría. Y otra tercera es la urbe reciente que crece y crece en anillos pulcros pero anodinos por la parte de tierra adentro.

En el frente marino, la ría Formosa, oportunamente declarada Parque Natural, se extiende a lo largo de unos 60 kilómetros que se han librado de la especulación, y sólo amparan salinas, islotes indecisos, légamos y marismas donde raras zancudas compiten con mariscadores espontáneos, con la marea baja, en pos de almejas y otros bichejos comestibles.

Si Faro no conserva más edificios vetustos es por culpa de los incendios y terremotos que han sobresaltado su biografía. La Sé o catedral se levantó sobre una mezquita y sufrió daños importantes en 1596, cuando fue saqueada la ciudad por el conde de Essex, favorito de Isabel de Inglaterra, pero aún conserva una portada medieval y algunas capillas. Preside una plaza algo desangelada (Largo da Sé), enmarcada por el Paço episcopal (del XVIII) y el Seminario. Por callejuelas con mucho sabor, trufadas de pequeños comedores, pensiones, galerías de arte y talleres artesanos, se puede llegar al Museo Municipal, alojado en un viejo convento, que da buena idea de los trajines y sinsabores de Faro.

Hay más cosas: el Museo Marítimo y el Etnográfico, las iglesias de San Pedro, San Francisco o del Carmen. A un paso de Faro, en Estoi, dos cosas no deben omitirse: las ruinas de un fundus y villa romana, con numerosos mosaicos que permanecen in situ; y un palacio rococó, tan magnífico como extemporáneo, ya que fue acabado en 1909; los jardines, adornados con fuentes de azulejos y esculturas, prolongan el espíritu bucólico de ese capricho de ricos.

Guía para el viajero

Cómo ir: Portugalia Airlines (902 100145) tiene vuelos diarios desde Madrid y Barcelona vía Lisboa; desde Madrid es a partir de 333'96 euros ida/ vuelta. Por carretera: tomar la autovía que llega hasta Ayamonte (Huelva) y entrar a Portugal por la autopista E 1 que conduce directamente a Faro.Alojamiento: Hotel Eva (Avda. da Republica 1, [phone], www.eva.tdhotels.pt) un cuatro estrellas junto al puerto deportivo, con piscina y buenas vistas sobre la ría; precio habitación doble: 100-200 euros. Hotel Faro (Praça D. Francisco Gomes 2, [phone], www.hotelfaro.pt), un tres estrellas bien equipado y próximo al centro, con terraza que da al puerto deportivo.Comer: Mesa dos Mouros (Largo da Sé 10, [phone]) situado frente a la catedral y de estilo rústico, propone la cocina del sur de Portugal, no solo de mar, también de monte, como su célebre javioli con molho de frutos (jabalí con salsa de frutas). Restaurante Ginásio Clube Naval (Doca de Faro, [phone]), cocina marinera e internacional.