El referéndum, visto desde Liverpool
A cien contra uno se pagaban las apuestas a favor del Liverpool -y en contra del Milán- en el descanso de la final de la Copa de Europa de fútbol. El jugador que, a contracorriente, arriesgó 20 euros al apostar por un equipo que perdía tres a cero vio premiada su astucia con un beneficio de 1.980 euros. En esta apuesta, un juego se suma cero, se premia la capacidad para anticipar lo que va a pasar.
La Bolsa, por el contrario, no es un juego de suma cero. Si sube, la comunidad inversora en conjunto es -o se siente- más rica. En la Bolsa, además, como se gana dinero es anticipando no los acontecimientos en sí, sino las decisiones de otras personas. No se apuesta por la victoria del Liverpool, sino por las expectativas de que otras personas apuesten en este mismo sentido. Con lo que si apostamos por el Milán y el resto de los jugadores también lo hace, ya hemos sacado -tanto nosotros como la mayoría de los apostadores- un buen capital, aun antes de terminar el partido.
En otras palabras, en la casa de apuestas separarse del rebaño es muy rentable para el que acierta, y puede compensar. En la Bolsa esto también sucede en ocasiones, pero por lo general lo más rentable es seguir al rebaño. Como ejemplo bastan las decenas de burbujas especulativas que se han formado a lo largo de la historia. Quien compró Terra a 80 no lo hizo por pensar que lo valía, sino porque esperaba que otro pagase 90.
Por eso conviene relativizar las reacciones de la Bolsa en plazos cortos. Al valorar los efectos de referéndum francés, la subida de las Bolsas está sirviendo de apoyo a los más optimistas. El operador que el lunes compró Telefónica no piensa necesariamente que el rechazo francés sea bueno o neutro para la economía y el mercado. Probablemente opine lo contrario, pero sabe que si opera en contra de los demás y según sus previsiones puede perder dinero. Aunque acierte el resultado del partido.