La inseguridad jurídica frena la carrera espacial
El afán por hacer dinero es más fuerte que la gravedad. La carrera espacial ha cambiado mucho desde los días de Yuri Gagarin y Neil Armstrong. El universo ya no es un coto exclusivo de los gobiernos, y se ha convertido en una oportunidad de negocio para la iniciativa privada. Sin embargo, la legislación internacional que regula el sector no ha adecuado su paso a la nueva realidad empresarial del cosmos. Las lagunas legales están a la orden del día, y España no es una excepción.
'Una de las asignaturas pendientes es fijar la responsabilidad sobre los objetos lanzados al espacio', indica Ascensión Sanz, directora de servicios generales del Centro Español de Derecho Espacial (CEDE). La situación legal actual hace que en caso de accidente sean los Estados, y no las empresas propietarias del objeto causante del perjuicio, quienes deban hacerse cargo de indemnizar a los afectados.
'Solamente unos pocos gobiernos y, desde luego, no todos aquellos que participan en la explotación del espacio, se han ocupado de dictar normas apropiadas para repartir la responsabilidad por daños', resalta José Manuel Lacleta, presidente del CEDE. Los únicos países que se han hecho cargo de esta tarea son EE UU, Rusia, Suecia, Reino Unido, Australia y Sudáfrica.
En el caso de España, 'la actividad en el espacio se ha enfocado en el desarrollo tecnológico, el conocimiento científico y la construcción de objetos espaciales. Pero, salvo en el campo de las telecomunicaciones, no se ha legislado casi nada', sostiene Lacleta.
Registro deficiente
Para establecer responsabilidades, Naciones Unidas dispone de un registro internacional de objetos espaciales, que se complementa con el que cada país tiene a nivel nacional. Con todo, estos registros presentan una importante deficiencia: al contrario de como ocurre con los inmuebles o los barcos, la titularidad de los artefactos espaciales no se mantiene al día. 'Es absurdo que no se pueda actualizar el registro. Sobre todo porque ahora es probable que los aparatos cambien de manos y el Estado donde está registrado pierda su relación con el objeto', indica el presidente del CEDE.
Pero la Administración Pública no es la única perjudicada por la situación del derecho del espacio. 'Existen numerosas lagunas legales que frenan o al menos dificultan una mayor participación del sector privado', comenta José Luis de San Pío, abogado del bufete Garrigues.
Para dar una salida a los impedimentos que menciona San Pío, Unidroit (Instituto Internacional para la Unificación del Derecho Privado) prepara un protocolo destinado a proteger los intereses de los grupos financieros que aportan el dinero con el que se construyen los equipos espaciales.
Como es imposible tomar posesión de un objeto que se encuentra en órbita, 'Unidroit prevé que el satélite y los derechos conexos a él puedan cambiar de propietario en caso de impago', explica la directora de servicios generales del CEDE. Entre los derechos que podrían pasar de unas manos a otras se encuentran las concesiones administrativas, la utilización del espacio radioeléctrico o la transmisión de información.
Y es que las aplicaciones comerciales del espacio son de lo más variadas. A las telecomunicaciones, el área más relevante, se suman el lanzamiento de objetos y la observación de la Tierra. La utilidad de esta última es enorme. Gracias a la captación de imágenes se descubren yacimientos petrolíferos, bancos de pesca o la formación de huracanes. Por eso, la evaluación que hace Lacleta del sistema de Unidroit es positiva. 'Está destinado a favorecer la actividad espacial al dar seguridad a las entidades financieras. Sobre todo piense en los países en desarrollo, que necesitan dinero para tener sus propios satélites'.
Un vertedero peligroso e imposible de limpiar
Satélites fuera de servicio, restos de cohetes de lanzamiento y piezas desprendidas flotan en torno al planeta a velocidades vertiginosas. Desde la Tierra se han podido contabilizar hasta 9.000 fragmentos de más de 10 centímetros, 'pero los más peligrosos son los trozos pequeños. Van a 30.000 kilómetros por hora y son como balas', advierte Juan Manuel de Faramiñán, catedrático de Derecho Internacional Público de la Universidad de Jaén. Un estudio calcula que hay 100.000 objetos de entre uno y 10 centímetros de tamaño pululando por el espacio.Los satélites que operan en órbitas bajas, a menos de 500 kilómetros de altitud, se dedican a la observación del planeta. Al acabar su vida útil, penetran en la atmósfera y se desintegran. Los causantes de los deshechos espaciales son los satélites geoestacionarios. Estos artefactos orbitan sobre el plano ecuatorial, a 35.850 kilómetros, y son utilizados para telecomunicaciones. Una vez obsoletos, pueden permanecer en el espacio un millón de años. 'Aunque parezca muy grande, la órbita geoestacionaria es un recurso natural limitado', dice De Faramiñán. Apenas caben 1.800 satélites activos. Como no se pueden eliminar los restos de aparatos espaciales, la solución es que la máquina ascienda a una órbita cementerio al final de su vida. Sólo una tercera parte de los 40 satélites geoestacionarios que dejaron de estar en servicio en los últimos dos años fueron reorbitados.