Los 'chicharros' se hacen gregarios
El mercado de valores es un entorno que, por su propia esencia, favorece comportamientos gregarios o, dicho de un modo menos diplomático, invita a ir detrás del rebaño. Es parte de la esencia del mercado dado que el precio de las acciones -como de cualquier otra cosa- depende exclusivamente de lo que otros estén dispuestos a pagar por ellas. Pero, sobre todo, porque esta disposición a pagar más o menos depende de las expectativas sobre si terceros inversores seguirán dispuestos a comprar a precios más altos.
Así que cuando un gestor opta por comprar Microsoft está pensando en lo que harán los demás, y si todos optan por comprar Microsoft todos ganan -o piensan que ganan - y esperan el siguiente papelito sobre el que obtener un beneficio. Es normal, por ello, que se den comportamientos gregarios, es decir, que los inversores se limiten a hacer lo mismo que hacen los demás, dado que sale rentable. Y si la gente está comprando Jazztel a manos llenas, el hecho de que nosotros también compremos Jazztel aunque no sepamos a qué se dedica la empresa no es tan aberrante como parece.
Pero el comportamiento gregario ha dado un salto de calidad últimamente, de forma que si un grupo de inversores compra un valor y éste sube de precio, el resto del mercado no sólo se sube a este tren alcista, sino que también intenta entrar en valores parecidos porque espera que también en ellos se gane dinero. Independientemente de los argumentos que expliquen la subida inicial.
De esta forma, si sube mucho un valor sin razón aparente, el dinero empieza a fluir de forma masiva hacia otros valores, parecidos al primero en que también suelen subir sin razón aparente. Así, cuando un valor especulativo avanza los demás también lo hacen. Si la especulación con chicharros es un contrasentido en términos económicos, la especulación con chicharros en cadena es algo que roza el esperpento. Pero con ella se gana dinero. Y en la Bolsa, más que verdades o mentiras, lo único que hay son números negros o números rojos.