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Pacto de Estabilidad

Alemania, inflexible en la reforma del Pacto de Estabilidad

Las negociaciones para la reforma del Pacto de Estabilidad entraron anoche en la recta final. Los ministros de Economía de la Unión Europea, reunidos en Bruselas en sesión extraordinaria, intentaban encontrar el equilibrio entre la flexibilización de las normas presupuestarias y el compromiso con el rigor fiscal. Por ello el acuerdo definitivo no llegará, probablemente, hasta la reunión que los primeros ministros de los 25 países de la Unión celebrarán mañana y pasado en la capital comunitaria.

Al cierre de esta edición, Berlín seguía pugnando por imponer que el pacto tenga en cuenta aspectos particulares de cada país y por limitar los mecanismos de intervención comunitarios sobre la política fiscal. París, Roma y Londres apoyan, por razones diferentes y de forma parcial, algunos de los objetivos de relajación fsical del canciller Gerhard Schröder, que afronta el año que viene una difícil reválida electoral.

España, a caballo entre las tesis de Alemania y las más ortodoxas de la Comisión Europea, aceptaría, según fuentes del ministerio de Economía, derrapes fiscales siempre que sean 'temporales y próximos al límite de 3% de déficit público previsto en elPacto'. El documento base para la reunión de ayer, elaborado por el ministro luxemburgués, Jean-Cladude Juncker en su calidad de presidente semestral de la UE, recoge ya buena parte de las exigencias alemanas.

Este texto propone una generosa interpretación de las causas excepcionales y temporales que permiten superar el límite del 3%, y prolonga al menos hasta cuatro años los plazos para que un país corrija el déficit cuando ha superado ese umbral. Aún así, Berlín exige un reconocimiento expreso de sus particulares circunstacias presupuestarias, entre las cuales destaca el coste de la absorción de los länder del Este y su aportación al presupuesto comunitario. 'Alemania soporta una carga enorme desde la reunificación, y todo el mundo tiene que entender eso', afirmó el ministro alemán, Hans Eichel, a su llegada a la reunión.

Francia cierra filas con Alemania en esa pugna por ampliar al máximo las partidas de gasto que de manera tácita o explicita quedarían escluidas de cómputo fiscal. El presidente francés, Jacques Chirac, no sólo corresponde así el recíproco apoyo que recibe de Schróder en otras áreas, sino que introduce de paso su tesis de tomar en cuenta 'la calidad del gasto' al valorar el déficit de un país. Pero Berlín mantiene, además, el pulso sobre la discrecionalidad que pueden permitirse los ministros de Economía -el Ecofin- en la aplicacióndel Pacto a los diferentes socios.

Schröder, cuya política presupuestaria soporta el azote público de Bruselas desde el año 2002, considera que sólo debe permitirse la intervención de la Comisión en casos de manifiesta irresponsabiliad fiscal o de falsificación de los datos. Italia, cuyas cuentas públicas fueron puestas el viernes en cuarentena por Eurostat, se ha apuntado también a esa tesis de la nacionalización de la vigilancia presupuestaria.

Las diferencias sobre la reforma del Pacto giraban anoche también en torno a la definición del objetivo de equilibrio fiscal a medio plazo. La redacción final probablemente permitirá a los países ajustar periódicamente sus metas de consolidación fiscal en función de las reformas macroeconómicas que acometan. De ese modo, la Comisión Europea no podrá criticar en la evaluación de los programas anuales de estabilidad presupuestaria las desviaciones coyunturales de los objetivos de déficit.

El Banco Central Europeo insistía en las horas previas a la reuión sobre los riesgos que entrañaría para la política monetaria una relajación excesiva del Pacto. 'Es mejor tener un Pacto flexible que funciona, que uno inflexible que no se aplica', afirmaba por su parte Juncker. La elección entre uno y otro quizá se resuelva definitivamente mañana.

El acuerdo puede retrasarse hasta la cumbre de jefes de gobierno de mañana y pasado

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