Mejor mirar hacia delante
El día de hoy probablemente termine con una sobredosis de información, de recordatorios y documentales sobre la tragedia que vivimos hace exactamente un año. Como si los caprichos del calendario y los ciclos solares cambiasen en algún sentido el dolor de quienes perdieron algo o a alguien. También se aprovechan estas fechas para reavivar el debate sobre el terrorismo y las dificultades para compatibilizar la lucha contra esta lacra con una sociedad abierta.
Pero una de las pocas cosas que son seguras es que el día en el que no quede ninguna persona con la intención o los medios de asesinar a otras por motivos políticos, étnicos o religiosos queda lejos. Mientras llega ese día, si es que llega, las victorias del terrorismo se contarán cada vez que logre cambiar la vida de una sociedad en su conjunto.
En este sentido, la respuesta de la sociedad española a lo ocurrido en marzo de 2004 fue diferente a la registrada tras septiembre de 2001 en Estados Unidos. Tras el trauma inicial la mayor parte de los ciudadanos retomó sus tareas y pocas agendas cambiaron por obra de los fanáticos asesinos. La gente volvió a tomar el tren para ir al trabajo, los servicios públicos volvieron al ritmo normal y la rutina diaria pareció, entonces, menos pesada. Hoy, por tanto, es tiempo de recuerdo, pero también de seguir adelante.
En lo que atañe a los mercados, esto significa que los bolsistas sigan a lo suyo, que es esa peculiar tarea de comprar papeles, vender papeles y ganar (o a veces perder) dinero en el camino. A toro pasado la situación actual parece más complicada que la de hace unos meses, si bien ello probablemente tenga algo que ver con el hecho de que ahora sabemos lo que ha pasado.
En realidad, hoy por hoy el inversor sabe que la Bolsa y la economía mundiales son capaces de capear un petróleo a 40 o 50 dólares, y que Europa puede seguir exportando a pesar de que el euro se haya disparado. Pero también que el viento de cola que suponían las condiciones monetarias en Estados Unidos cada vez sopla menos, y que el gigante chino también está sujeto a las limitaciones terrenales. Lo que se echa de menos, en fin, es un relevo, algo que actúe de catalizador económico más allá del consumidor estadounidense y el trabajador chino.