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Secretos de despacho

Aversión a los papeles en Pikolinos

El despacho de Francisco Oliver en la firma de calzado Pikolinos sorprende a primera vista. Parece casi como si fuera a estrenarlo cada día. Encima de la moderna mesa de madera no se acumulan informes, ni albaranes, ni facturas, pese a la intensa actividad de ventas de esta compañía. 'Tengo aversión a los papeles', explica entre sonrisas Oliver que no duda en abrir uno de los cajones de su escritorio para mostrar que sólo hay una decena de carpetas de colores con algunos documentos en su interior. 'Este es todo el papel que tengo en el despacho', explica.

Sin embargo, esa ausencia de papel sobre la mesa o en los cajones no significa que el director general de Pikolinos no tenga acceso a cada una de las facturas o informes de venta de su compañía. Para explicar el sistema de gestión documental que tienen implantado en la firma de calzado con sede en Elche (Alicante) Oliver se levanta y se hace acompañar hasta la recepción de las oficinas de la empresa. Señala un escáner que tiene situado a su lado una de las chicas que atiende al público y realiza una explicación muy didáctica: 'Cuando llega por ejemplo una factura, se escanea y se le pone un código. A partir de ahí el nuevo documento dice 'yo soy una factura, por tanto debo ir a la sección de pagos' y realiza todo este proceso automáticamente, generando los documentos que sean necesarios'. El papel se amontona en una caja por orden de llegada y desaparece de la vista de los empleados para siempre.

Se explica así que sobre su mesa no haya papeles y si una pantalla de ordenador de formato panorámico 'ya que son muchas las horas que se hacen delante del ordenador', apunta Oliver. Por el resto, la mesa está limpia. En el momento de hacer la foto hay una carpeta que ha usado el director general de Pikolinos durante la entrevista, pero normalmente, ni eso. 'No me gusta tener cosas sobre la mesa', explica, y hace un listado de las únicas cosas que suelen poblar su escritorio: 'El teléfono móvil con sistema de manos libres, la calculadora y la agenda electrónica'. Es todo.

Oliver redujo el tamaño de su despacho para ubicar a sus colaboradores directos en una sala adjunta

Al margen de esa limpieza que puede contrastar con despachos con estanterías repletas de libros, memorias o carpetas, lo que más destaca de la estancia que ocupa Oliver en el edificio de Pikolinos ubicado en el polígono industrial de Torrellano es la luz. Situado en un punto estratégico desde el que divisa la entrada a las oficinas, una de las paredes del despacho es de cristal y permite, no solo la entrada de luz natural, si no incluso ver el mar en los días en que no está nublado, como ocurre el día de la entrevista.

Francisco Oliver heredó el despacho del anterior director general cuando ocupó su puesto hace dos años. Mantuvo los muebles tal y como estaban, apenas si cambió la decoración, colgando dos pequeños cuadros sobre la pared que tiene a su espalda cuando trabaja. Pero sí hizo una reforma. Antes el despacho era mayor y tenía al lado una pequeña sala que apenas servía de armario. Oliver optó por reducir el tamaño de su despacho, ampliando el espacio de la habitación contigua. ¿El motivo? Que se pudieran instalar en ella dos personas que considera importantes en la gestión diaria de la compañía: el director financiero y la auditora interna. Una pared decorada con cristales de pavés, para dar luz natural al nuevo despacho adjunto, y una puerta que permanece siempre abierta, es el nexo entre su puesto de trabajo y el de sus más inmediatos colaboradores.

El trato con el director general es sencillo como lo demuestra el que la puerta de su despacho no se cierra nunca. Cualquiera puede entrar y salir sin problemas cuando necesite realizar cualquier consulta. Pero esa es una dinámica casi propia de la empresa, que cuenta con un comedor para los empleados en la última planta y una sala de relax donde poder reposar la comida, leyendo o viendo la televisión hasta que llega la hora de reincorporarse al trabajo en la jornada de tarde. Es lo que en la compañía se denomina la planta lúdica. Un sitio donde no es extraño encontrarse con el presidente de la compañía, Juan Perán, que, pese a la dimensión que ha cogido esta firma de calzado, sigue acudiendo cada día al trabajo y tomando café en el mismo sitio donde lo hacen los 100 empleados.

Una colección en miniatura

De las pocas cosas que se puede uno encontrar sobre la mesa o los armarios del despacho de Francisco Oliver son zapatos. Pero no los zapatos que se venden en 40 países bajo la marca Pikolinos y el logotipo del pato que lo hacen reconocible. Son los más insospechados objetos con forma de zapato que Oliver se encuentra en cualquier mercadillo durante sus viajes.Un mechero y cenicero con forma de zapato pululan por la mesa de reuniones del despacho durante la entrevista, pese a que en el edificio está prohibido fumar. Pero lo que quizá más llama la atención es una vitrina en la que se guardan miniaturas de zapatos hechos como uno de sus hermanos mayores.La compañía ha abierto un museo del calzado en un edificio anejo a la sede central donde muestra objetos relacionados con el sector más típico de Elche.

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