Paseos por las galerías de París
Nacieron en los albores del siglo XIX cuando las calles aún no tenían aceras y vivieron su momento de gran apogeo en la época de la Restauración. Son las galerías y pasajes de París, pequeños recorridos cubiertos, con el sabor de otras épocas que permiten un paseo calmado en los días de lluvia.
La concurrida calle Rivoli, a la altura del museo del Louvre, puede ser un buen punto de partida. Una advertencia, el paseante debe ir preparado para resistir las compras en las almonedas, librerías de viejo, tiendas de diseño actual o boutiques de ropa vintage que encontrará en estos pasillos de ciudad. Si el cansancio aprieta, los cafés con encanto saldrán al paso. Desde Rivoli, en unos diez minutos, se llega a la galería Véro-Dodat. Construida en torno a 1826, nació de la alianza de un charcutero, Véro, y un especulador, Dodat, que vieron la oportunidad de dar entretenimiento a quienes esperaban las diligencias de las cercanas mensajerías. Se restauró en 1997 fiel a su decoración inicial con suelos de mármol negro y blanco y pinturas en la parte del techo no acristalado. Desde ahí y callejeando unos minutos se llega al Palacio Real.
Las galerías Montpensier, Beaujolais, Valois, Proues y Jardin rodean los jardines del Palacio Real. Aquí está el verdadero origen de las galerías parisinas. En torno a 1786, el duque de Orleans, el apodado Felipe Igualdad, amplió los edificios y alquiló los bajos a los comerciantes. La zona se convirtió en el centro de la vida comercial y también del libertinaje, según los cronistas de la época. Colette vivió aquí desde 1938 a 1954.
A un paso se encuentran la galería Vivienne de 1823 y su competidora, la Colbert de 1826. Son las más bonitas y elegantes de París con suelos de mosaico, columnas, rotondas y cúpulas de cristal. Más mundano, pero igual de encantador es el pasaje Gran Cerf (1835). Es de estructura metálica y cristal y el más alto de París: dos pisos para el comercio y uno de vivienda.