Diálogo en la bruma londinense de Turner, Whistler y Monet
Ni Claude Monet ni el estadounidense James McNeil Whistler conocieron al genio inglés Joseph Mallord William Turner, que murió cuando ambos contaban con 5 y 17 años, respectivamente. Pero los dos quedaron fascinados por la obra de Turner, que rompió con los cánones realistas de su época con cuadros de Londres y su río, borrosos tras la bruma, fruto de la altísima polución de la época, que envolvía a la ciudad en una luz fantasmal.
La Tate Britain de Londres muestra hasta el 15 de mayo el diálogo artístico que se estableció entre Whistler y Monet con la obra de Turner, que en opinión de los organizadores de la exposición, contribuyó a desarrollar el impresionismo y del simbolismo.
En la exhibición se hace un especial énfasis en la fascinación que el Támesis ejerció sobre los tres artistas. El río era por entonces una cloaca inmunda contaminada por una gran actividad industrial y porque era a donde iban a parar las aguas residuales de la ciudad. Pero era también misterioso por la niebla permanente en la que estaba envuelto y los extraños contraluces que producía.
Monet pintó 95 vistas del río desde su habitación del hotel Savoy, donde se alojaba en sus visitas a la ciudad, muchas de las cuales se pueden ver en la muestra. El pintor francés adoraba la niebla londinense, que le permitía retratar la oscuridad al mediodía y pintar los edificios a lo largo de los bancos del río como formas primitivas que asomaban en la bruma.
Su primera visita a Londres fue en 1870, donde se refugió para no ser alistado en la guerra franco-prusiana. Fue entonces cuando pudo admirar la serie Nocturnos de su amigo Whistler, declarado admirador de Turner. El estadounidense solía alquilar un bote para viajar de noche por el Támesis y al día siguiente pintaba lo que recordaba de memoria. Algunas pinturas son apenas visibles con formas que se adivinan en la oscuridad, pero están cargadas de una inquietante belleza.