Príncipes sin destronar
Parejas que tienen familia cada vez más tarde y matrimonios que se rompen cada vez más pronto. El retraso en la edad de la maternidad, las dificultades para conciliar vida personal y laboral, el individualismo, el aumento de las familias monoparentales y un cambio radical en las expectativas vitales han conseguido en España lo que en China ha costado 30 años de medidas drásticas de control de la natalidad.
De las 5.550.761 de parejas que tienen descendencia, el 40% (2.184.314) es de un solo hijo. Las que tienen dos hijos, el modelo familiar predominante en España, sólo las superan en 328.300 y representan el 45%, según el último censo de hogares del Instituto Nacional de Estadística, correspondiente a 2001. El número de parejas formalizadas que no tienen ningún hijo aumentó en más de medio millón entre 1991 y 2001 y en el mismo periodo el número de las que tienen más de cuatro se redujo a casi la tercera parte.
Este encogimiento de las familias explica que el indicador de fecundidad, que mide el número medio de hijos por mujer en edad fértil, se situara en 2003 en 1,30, el último dato que maneja el INE. Y eso que se trata de la tasa más elevada desde 1993.
Hay muchas teorías que sostienen todavía la superioridad intelectual de los hijos sin hermanos
El hecho es que hace tiempo que en España los hijos únicos dejaron de ser una rareza desde el punto de vista sociológico. Más bien lo contrario. Algunos sociólogos creen que la situación podría empezar a cambiar, gracias, sobre todo, a la llegada de inmigrantes. Y no sólo porque los nacimientos de madres extranjeras supongan ya el 12,2% del total, sino porque su presencia en España en empleos como el servicio doméstico está permitiendo a muchas madres españolas atreverse a aumentar la prole. Josune Aguinaga, catedrática de Sociología de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) y experta en temas familiares, recuerda que 'en los ochenta y buena parte de los noventa tener servicio doméstico era casi un lujo y había poca mano de obra para ocupar estos trabajos. Gracias a la masiva llegada de inmigrantes se está haciendo más accesible. Eso libera tiempo y podría animar a algunas parejas a aumentar su descendencia'.
De hecho, el número de hogares formados por una familia y alguna persona no emparentada se ha multiplicado por cinco con respecto al censo anterior, lo que, en opinión de Aguinaga, 'da idea del auge del servicio doméstico', que contribuye a la crianza y cuidado de los niños. Pero a falta de que las estadísticas confirmen estas impresiones de los expertos, lo cierto es que, de momento, existe un auténtico imperio de los hijos únicos. Y aunque hace tiempo que dejaron de ser excepción todavía parece pesar sobre ellos una especie de leyenda negra que lleva a considerarlos niños mimados, egoístas y egocéntricos, y casi obliga a sus progenitores a justificarse ante los demás por no haber ido a por el 'hermanito'.
Enrique Arranz, catedrático de Psicología Evolutiva y de la Educación del País Vasco, asegura que 'ya no hay ningún fundamento alguno para sostener esta leyenda negra' y que incluso 'hay muchas teorías que sostienen cierta ventaja intelectual de estos niños, al disponer en exclusividad de la atención y los recursos educativos que les puedan proporcionar los padres'. El psicólogo reconoce, sin embargo, que 'aunque hoy la escolarización es muy precoz, los niños que crecen sin hermanos están más expuesto al riesgo de hiperprotección, que les hace menos capaces de desarrollar comportamientos de forma autónoma'. En cualquier caso, subraya que 'son riesgos que se derivan principalmente de una determinada manera de ser de los padres'.
María Victoria del Barrio, catedrática de Psicología evolutiva de la UNED, afirma que 'hay montañas de niños maleducados, con o sin hermanos, por culpa de padres excesivamente condescendientes, que siempre están cansados y nunca tienen ganas de discutir y exigir. Los hijos únicos, encima, no tienen interferencias con sus hermanos ni conflictos en sus disputas. Esta ausencia de tiras y aflojas les hace más propensos a ser más consentidos'. De lo que no hay duda, según los expertos, es de que los hermanos ofrecen un entrenamiento natural para la supervivencia social muy valioso desde el punto de vista evolutivo. Los antropólogos culturales han considerado siempre que el binomio rivalidad-afecto que ofrece la relación con un hermano es un elemento muy significativo en el desarrollo.
Además de un compañero de juegos y un modelo de imitación, los hermanos son también una fuente de conflictos que ayudan a uno mismo a tomar conciencia de su propio modo de ser y de sus emociones. 'Además de un aliado y un competidor directo, un hermano es un vínculo afectivo muy sólido que puede durar toda la vida', explica Enrique Arranz.
Si no, que pregunten a los hijos únicos que hoy son adultos si no hubieran preferido tener hermanos.
Características de los hijos únicos
Observador externo. Los hijos únicos disponen de sus padres en exclusiva y son objeto constante de mimos y atenciones. Los expertos consideran necesario que tengan el mayor contacto posible con otros niños y señalan que puede ser práctico contar con la opinión de un observador externo, como sus profesores, para saber hasta qué punto están hiperprotegidos y tienen dificultades para desarrollar hábitos autónomos para su edad.
Valorar las cosas. Muchas veces se les mima demasiado, en el sentido de que se les da demasiadas cosas y no se les hace conscientes de su valor o significado. Como no tienen un hermano con quien compartir, conviene enseñarles a sacrificar sus necesidades en favor de los demás si es necesario.
Adultos responsables. La experiencia de haber crecido como niño único en un hogar donde sólo hay adultos puede generar determinados patrones de conducta. Generalmente, los hijos únicos son adultos precoces. Al ser depositarios de todas las expectativas de los padres, cuando son adultos sienten la presión de ser los responsables de la felicidad y el bienestar de sus progenitores, una responsabilidad que no tienen con quien compartir y que les provoca tensiones.
Espacio propio. Los hijos únicos están acostumbrados a dejar sus cosas y volverlas a encontrar en el mismo lugar, a poseer un espacio que sólo es suyo. Durante toda su vida mantienen esa necesidad de espacio propio. Incluso cuando viven en pareja se ofenden mucho por cualquier cambio que se haga de su agenda y de su espacio vital . En ocasiones, eso hace más difícil su relación con los demás.
Diferencia de edad. La diferencia de edad entre los hermanos también influye en el tipo de interacción entre ellos. Los expertos creen que cuanto mayor es la distancia más matices se pierden en la relación fraternal. Tres años es, a juicio de los psicólogos, una diferencia ideal.