El misterio de la inflación
Con una subida del precio del petróleo del 60% sobre los niveles de hace un año, los datos de inflación de las principales economías apenas se han resentido. Un 3,2% para España es un nivel bajo, que está en línea con las cifras de los últimos años. El cacareado aumento del barril no se ha reflejado en las estadísticas, por mucho que lo haya hecho, al menos aparentemente, en el bolsillo de los automovilistas.
Podría argumentarse que la fortaleza del euro ha mitigado buena parte de este impacto, y de hecho ha sido así. Pero la inflación de EE UU, donde la gasolina se vende con dólares, los precios al consumo apenas se han estirado hasta un 3,3%, mientras la inflación subyacente ronda el 2,5%.
Acostumbrados los observadores económicos a la dureza de los choques petrolíferos de otros años, sorprende la resistencia a subir en los indicadores de precios. Sorprende todavía más si se tiene en cuenta que los tipos de interés están en un 2% nominal y que, volviendo a los casos de España y Estados Unidos, son negativos en términos reales.
La noticia es positiva en la medida en que quita presión a los banqueros centrales a la hora de tomar sus decisiones de política monetaria. Pueden mantener los tipos más bajos de la cuenta para combatir un eventual enfriamiento, sea éste o no consecuencia de la manida subida del precio del petróleo.
Pero es inevitable, también, preguntarse por la propia validez de las estadísticas. En Estados Unidos el debate sobre la forma de calcular el PIB colea desde que se decidiese incluir en éste elementos subjetivos -la calidad de los bienes y servicios- con ese concepto que llaman hedonic prices y que en castellano se traduce con la extraña expresión 'precios hedónicos'. El PIB estadounidense de 2004 también puede modificarse al alza por un error de Canadá al calcular su balanza comercial.
La presunción de inocencia vale también para las estadísticas, sobre todo porque no existe alternativa para valorar la realidad. Pero, ya sean provocadas por la discrepancia entre lo que dice el IPC y lo que notan los consumidores o por cuestiones objetivas como las relacionadas con el PIB de EE UU, estas sugerencias que invitan a pensar en la economía como un gran castillo en el aire son, cuando menos, inquietantes.