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Fraude

Medio centenar de españoles fingieron morir en 2003 para cobrar el seguro

Más de medio centenar de españoles, en concreto 56, se las ingeniaron el pasado año para simular su muerte e intentar que las aseguradoras con las que habían suscrito un seguro de vida les abonaran una indemnización por su supuesto fallecimiento.

Estos 56 casos registrados, según los datos de la entidad que investiga el mercado asegurador, ICEA, corresponden únicamente a los que fueron finalmente descubiertos y ninguna aseguradora puede descartar que algunos otros consiguieran culminar el engaño y ahora disfruten de su muerte rodeados del dinero del seguro.

Lograran o no sus propósitos, esos estafadores hicieron gala de una gran imaginación para idear las más diversas formas de fallecimiento, aunque el modus operandi más habitual volvió a ser, un año más, el accidente en carretera, acaecido sobre todo en países extranjeros. A partir de ahí, la picaresca de los timadores pierde creatividad, ya que la mecánica suele ser la misma: se falsifica la copia del atestado, de la autopsia y de la prueba toxicológica, así como el certificado médico y el acta de defunción.

Por menos de 500 euros

Si a estos 56 estafadores que fueron descubiertos les hubiera salido bien la jugada, se habrían embolsado de media 16.800 euros cada uno, lo que hubiera supuesto un fraude a las aseguradoras por un total de 940.510 euros. El problema es que algunos de ellos llegaron al extremo de fingir su muerte para cobrar menos de 500 euros, según los datos facilitados por ICEA, arriesgándose a una pena de entre uno y seis años por delito de estafa.

Uno de los casos que siguió "coleando" el año pasado fue el del "muerto viviente", como llaman en el sector a un conductor que transportaba ayuda humanitaria a Bosnia y que decidió hacerse millonario vía estafas a varias compañías de seguros. La fraudulenta historia de este timador tuvo lugar en 2000, aunque sus efectos perduran hasta nuestros días, dado que alguna pequeña compañía que ha sido presa de sus artimañas lo denuncia cada año. Lo que llevó a que el "muerto viviente" diera con sus huesos en la cárcel fue que simuló haber sufrido un accidente mortal en las carreteras balcánicas para que su supuesto hijo se embolsara unos 180 millones de las antiguas pesetas (1,1 millones de euros).

La tarea del estafador fue ardua, porque no sólo tuvo que falsificar los atestados de tráfico, el certificado médico de defunción y el parte del registro civil central, sino que también se vio obligado a "fabricarse" un hijo. Falsificó una partida de nacimiento para hacer ver que su compañera sentimental tenía un hijo suyo, eso sí, menor, para que ella se hiciera cargo de la cantidad estafada al seguro hasta que el supuesto hijo cumpliera la mayoría de edad.

Las compañías de seguros se dieron cuenta del fraude gracias a la reaseguradora a la que habían traspasado el riesgo, que detectó diferentes fechas de defunción en los diversos partes que le habían llegado.

Por lo general, las aseguradoras son muy reacias a facilitar datos sobre los intentos de estafas que han encajado, lo que hace que las únicas cifras disponibles sobre fraude tengan carácter general y sean proporcionadas por ICEA.

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