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Lealtad, 1
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Cobrar la pensión en especie

Cuando alguien cambia de trabajo, o empieza su carrera laboral, suele preguntar más por el sueldo que por el contenido de la cesta de navidad. Jamones, botellas de vino o latas de delicatessen tienen menos peso a la hora de elegir entre un puesto de trabajo que el sueldo. Algo que entra dentro de lo razonable.

Pero no siempre ocurre así. A la hora de contratar un plan de pensiones lo relevante no parecen ser las comisiones o el historial de rentabilidad de cada fondo, sino la calidad de la vajilla que regalan con el plan de pensiones, el origen del jamón o si el edredón que se regala tiene o no plumas.

Las entidades financieras se escudan en que este tipo de cosas son las que el cliente demanda. Y es cierto. El ahorrador decide contratar un plan de pensiones porque con ello se reducirá la factura fiscal, y dentro de los planes de pensiones elige entre uno y otro en función del estado de su despensa o del ajuar doméstico. Dos elementos que distorsionan en gran medida la elección de este tipo de ahorro.

Algunas entidades han cambiado la política del regalo por la política del cheque, es decir, ahora se devuelve capital al realizar aportaciones. La mayor parte de las veces las ofertas están condicionadas a la retención del plan de pensiones durante un alto número de años. Pero, si se dividen estos ingresos por el número de años durante el que se ata el plan de pensiones, suponen una mínima diferencia sobre otros planes en rentabilidad después de comisiones.

Por mucho que sean ofertas ajustadas a la demanda, se trata de un concepto un tanto tramposo de la economía de mercado que, en realidad, equivale a reconocer que el cliente no tiene el raciocinio suficiente para saber elegir lo que más le conviene. Al fin y al cabo, ni el vendedor más agresivo es capaz de sostener la teoría de que un producto de ahorro a un plazo de 20 o 30 años debe ser contratado en función de si preferimos un regalo u otro. Si algo falta es información, pues es dudoso que alguien prefiera cobrar la pensión en jamones.

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