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CincoSentidos

Estudiar en la facultad después de los 55

Olga Muñoz es una estudiante universitaria que compagina el trabajo con las clases. Cada mañana se va a trabajar a su empresa y después de comer acude puntualmente a sus clases en el Colegio Universitario Cardenal Cisneros, un centro adscrito a la Universidad Complutense de Madrid. Al contrario que otros estudiantes no trabaja para pagarse unos estudios que le permitan abrirse paso en el mercado laboral. Olga estudia porque le gusta aprender. Tiene 53 años.

'Ahora mismo estoy en un seminario de psicología que es francamente bueno. Me he matriculado en todos los seminarios, que son 12 y duran de noviembre a junio. Tal vez no pueda ir a todos, pero desde luego mi intención es hacerlo'. El centro en el que estudia, la Universidad para Mayores del colegio universitario Cardenal Cisneros, ofrece por primera vez desde este mes de noviembre 12 seminarios para mayores de 45 años, que comprenden áreas como el derecho, la medicina, la literatura o la economía. Los horarios, de 19 a 21 horas los lunes y los miércoles, pretenden facilitar la asistencia a aquellos alumnos que tengan que atender obligaciones laborales. También se imparten actividades complementarias.

Al final de cada seminario -cuyo precio es de 40 euros para familiares de alumnos de la universidad y de 60 euros para el resto- cada asistente recibe un certificado. Aquellos que cursen los 12 obtendrán el diploma universitario de Ciencias Sociales y Humanidades del Colegio Universitario. 'Tenemos gente con perfil más bien alto, algunos de ellos cuentan ya con estudios universitarios. Son personas con muchas inquietudes y a las que les interesa seguir profundizando y aprendiendo día a día', señala Ester Touza, colaboradora del centro.

Los planes de estudios para mayores se orientan más a aprender que a lograr empleo

La ventaja que para muchos estudiantes tardíos tienen las denominadas universidades de mayores -programas de estudio específicos para personas maduras- respecto a los estudios universitarios tradicionales es doble. Por un lado, los alumnos se ahorran la experiencia de convivir con veinteañeros en las aulas; por otro, los programas de estudios están menos orientados a la búsqueda de un puesto de trabajo y más al deseo de aprender.

'Estudiar a esta edad es magnífico. Es el cuarto año que llevo acudiendo a la universidad y el balance es absolutamente positivo. La formación permanente es fundamental para mi generación y para las que vendrán detrás de nosotros. No somos ya como nuestros abuelos y como los padres de nuestros abuelos', afirma un alumno de las aulas de formación permanente de la Universidad Carlos III en Getafe que prefiere mantener el anonimato. Jubilado, con formación universitaria y la barrera de los 60 años tras él, asegura que se matriculó en la universidad para mantenerse al día. 'Resulta curioso recordar cosas que estudiaste y fascinante aprender multitud de cosas nuevas', señala.

Además de las aulas de formación permanente, la Carlos III tiene una Universidad de Mayores que otorga una diplomatura de Cultura y Civilización a mayores de 55 años. Este año se han matriculado 500 alumnos. El precio de matrícula, entre 150 y 200 euros. Materias como historia universal, historia de la filosofía, arte español o sociedad de la información forman parte del programa, cuya duración es de 450 horas, el equivalente a 45 créditos. Las clases se imparten dos días por semana en horario de mañana. 'Los alumnos tienen un carné como el resto de los estudiantes y la verdad es que aprovechan todo tipo de actividades. Es gente con un interés increíble por aprender. El año pasado, por ejemplo, tuvimos un alumno de 83 años', resume Mercedes Caridad, vicerrectora de extensión universitaria del centro. Este año, la banda de edad no se queda atrás: entre 55 y 80.

Alumnos con perfiles de todo tipo

Lo único que asemeja a los alumnos matriculados en las universidades de mayores es su afán, entusiasta y tenaz, por seguir aprendiendo y profundizando en todo tipo de materias.Hombres y mujeres, trabajadores en activo y jubilados, personas maduras y ancianas, con formación universitaria previa o con estudios primarios o secundarios, los perfiles son absolutamente dispares. 'Son personas de entre 45 y 60 años con unas enormes inquietudes', señala Ester Touza desde el colegio universitario Cardenal Cisneros.En su opinión, la mayor parte de los asistentes al centro están trabajando, aunque hay algunos prejubilados. La proporción entre mujeres y hombres es de 70% frente a 30% a favor de las primeras.Olga Muñoz, alumna del centro, considera que la media está en 'cuarenta y pocos años', aunque hay algunos alumnos que han superado los cincuenta. 'Yo creo que hay bastantes universitarios. Hay gente que dejó la carrera en su momento y ahora quiere recuperar ese tiempo que perdió. O personas que han estudiado y que por determinadas circunstancias nunca llegaron a ejercer', explica. En la Carlos III hay también un poco de todo, señala Mercedes Caridad. 'Hay personas prejubiladas y muchos universitarios: médicos, ingenieros, informáticos... También hay gente jubilada que en su momento no pudo tener acceso a la universidad e incluso a los estudios secundarios. Son personas que hacen un gran esfuerzo', afirma.En el centro se realiza una prueba de admisión a los futuros alumnos. No hay exámenes, pero deben realizar trabajos sobre determinadas materias, los cuales, en opinión de Caridad, 'tienen un nivel de calidad excelente'.

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