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La opinión del experto
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

El porqué de las cosas

Antonio Cancelo invita a los ejecutivos a preguntarse y analizar las razones de determinados comportamientos o situaciones. Se trata de encontrar respuestas válidas

Interrogarse sobre el porqué de las cosas que hacemos y de cómo las realizamos es una sana costumbre que impulsa la búsqueda, la innovación y que a la postre sirve para mantener las organizaciones vivas, en un proceso permanente de superación. La tendencia más generalizada conduce a entender lo adquirido como un hallazgo cuya validez resiste cualquier prueba, incluso el paso inevitablemente corrosivo del tiempo. Las verdades, incluso compartidas, no deben convertirse en dogmas, por lo que también deben ser sometidas a reflexión y cuestionamiento, aunque de ese proceso no se derive necesariamente su rechazo y sustitución, pudiendo por el contrario resultar reafirmadas. Téngase en cuenta que cualquier proyecto necesitará siempre valores o principios en los que asentarse, pero para que cumplan su misión tienen que ser compartidos y por tanto deben ser repensados.

Preguntarse por el porqué de las cosas y el cómo de su realización encaja de lleno en la tarea de los directivos dentro de las organizaciones, ya que su responsabilidad atañe a la superación de los logros pasados, lo que sólo es posible modificando los modos de hacer históricos. Pero está claro que las solas preguntas no llevan implícita la superación deseada, constituyendo sólo un preámbulo inevitable para la búsqueda de respuestas. La pregunta sin respuesta no es más que un juego intelectual ocioso que incluso a algunos les resulta divertido, pero que conduce en dirección opuesta a la deseada, porque lo único que aporta es el consumo de tiempo, haciéndolo por tanto improductivo. Los hay que se divierten en un juego de preguntas concatenadas, al menos con aparente lógica, pero siempre disparadas en otra dirección, lo que les exime del esfuerzo de buscar respuestas acertadas. La habilidad literaria que algunos poseen para quedarse en el terreno del cuestionamiento oculta una posición de comodidad, respondiendo a una pregunta con otra pregunta y evitando entrar en el ámbito del compromiso. Fuera de la empresa y en personas con una reconocida formación intelectual no es infrecuente escuchar que no se encuentran en condiciones de dar respuestas porque lo único que tienen son interrogantes, y uno entiende lo que quieren decir. Pero los que sólo tienen interrogantes no harán nunca aportaciones que merezcan la pena y se mantendrán alejados de posturas comprometidas.

'Los buenos directivos no tienen temor alguno a cuestionar el modo de hacer en la empresa'

Mientras uno se encuentra en la fase de las preguntas es fácil moverse bien, hasta con agilidad mental y aparente brillantez, porque además constituye parte del juego el admitir que cualquier proposición es válida, no importa lo disparatada que pudiera parecer. No existe hasta este momento riesgo de equivocación, lo que desinhibe, elimina barreras y permite que cada uno aporte el máximo de su creatividad. En cuanto se abandona ese espacio de las preguntas, de los cuestionamientos, y se acerca el temible momento de optar por las mejores respuestas y ponerlas en práctica, el riesgo de equivocarse no es una teoría sino una posibilidad, con una probabilidad determinada. Algunos de los mejores interrogadores se sienten limitados por la falta de certidumbre que acompaña las decisiones en la empresa. Como las respuestas a los interrogantes no constituyen certezas incuestionables, algunos mantienen que el proceso tiene que continuar entrando en una dinámica a la que hay que poner fin, pues de lo contrario la insatisfacción con lo encontrado impediría la aplicación de cambio alguno, incumpliendo el objetivo perseguido de mejorar procesos o procedimientos o, incluso, de actualizar valores. La experiencia muestra que ni siquiera en el plano teórico hay soluciones perfectas y que además sean unánimemente aceptadas, por lo que una buena práctica desbloqueadora consiste en optar por la aplicación de lo alcanzado, dejando que a la luz de la experiencia se produzcan los ajustes que el funcionamiento práctico vaya recomendando.

En otros mundos basta con hacerse preguntas y establecer hipótesis, en el de la empresa es imprescindible hacerse preguntas, sin aceptar nada como definitivamente establecido, pero no se puede permanecer demasiado tiempo en el terreno de la especulación y es preciso pasar a las aplicaciones prácticas, aun sin la seguridad de haber concluido la mejor elaboración teórica y, antes al contrario, con el convencimiento de que se cometerán errores. El mayor error, el único irreparable, sería pretender alcanzar respuestas perfectas con validez universal y aplicables en cualquier tiempo y lugar, porque en este caso se perseguiría una quimera y el esfuerzo resultaría baldío. Los buenos directivos no tienen temor a cuestionar el modo de hacer en la empresa, incluso de los hechos más asentados y que más contribuciones han realizado a los logros alcanzados, pero en ningún caso desean quedarse en el cuestionamiento, que en último término no es más que un método para encontrar respuestas aplicables que ayuden a conseguir ventajas sostenibles a largo plazo.

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