La poesía espontánea de Frank
Un hombre camina de espaldas en la bruma londinense, con sombrero hongo y periódico. La imagen transmite melancolía y soledad. Robert Frank la tomó en 1951. Hacía dos años que el fotógrafo suizo emigrado a EE UU había abandonado su trabajo en la revista Harper's Bazaar para embarcarse en una serie de viajes por Perú, Bolivia y Europa a lo largo de seis años, en los que exploró el potencial narrativo de la fotografía con un estilo realista, espontáneo y de gran lirismo.
Storylines es el título elegido por la Tate Modern para la gran retrospectiva de Robert Frank que permanecerá abierta hasta el 23 de enero y en la que se pueden contemplar 270 obras realizadas a lo largo de 50 años por el artista.
La serie Americanos es uno sus trabajos más conocidos y polémicos. Frank emprendió el proyecto a mediados de los años 50, gracias a una beca de la fundación Guggenheim. Realizó más de 28.000 fotografías de las que sólo seleccionó 83, algunas de las cuales pueden verse en la Tate.
La obra fue tachada entonces como antiamericana y retrata un país de inmensos espacios vacíos, gasolineras en el desierto, gente anónima y solitaria enfrascada en sus actividades cotidianas. El libro que se publicó con las imágenes seleccionadas fue prologado por Jack Kerouac, uno de sus grandes amigos, junto a Allen Ginsberg, iconos de la generación beat.
'Su estilo revolucionó la concepción de la fotografía y la abrió a un nuevo mundo de posibilidades en un ejercicio de libertad', comenta el director de la Tate Modern y comisario de la exposición, Vicente Todolí.
En la muestra se pueden contemplar películas dirigidas por Robert Frank, realizadas con un estilo directo y experimental, que son en gran parte diarios vitales.
Frank, que tiene 80 años, estuvo alejado de la fotografía durante 15 años. Sus últimos trabajos tienen un tono sombrío y surrealista. Las imágenes aparecen mutiladas y con palabras escritas sobre ellas. 'He dejado de creer en la belleza de la fotografía', señaló recientemente en una entrevista.