La Comisión Europea regresa hoy a su sede histórica
Reabre las puertas el Berlaymont, el edificio más emblemático de la UE
Hasta los funcionarios europeos más optimistas habían perdido la esperanza de recuperar un día la histórica sede de la Comisión Europea que abandonaron precipitadamente en 1991. Sólo el actual presidente, Romano Prodi, cultivaba en secreto el deseo íntimo de acabar su mandato en el edificio que él mismo define como 'estandarte, buque insignia y símbolo de la Europa que estamos construyendo'.
'No me he equivocado por unos pocos días', bromeaba Prodi ante la mudanza de su equipo, llevada a cabo este fin de semana, desde el siniestro edificio conocido como Breydel hasta las flamantes dependencias del Berlaymont. Prodi estrenará hoy la sede pródiga con un repaso a sus cinco años de mandato en la sala de prensa (preparada para acoger a 294 periodistas) y con un ágape de bienvenida. Y casi de despedida. El profesor italiano, si el Parlamento Europeo no lo impide, pasará el testigo el próximo lunes a José Manuel Durão Barroso.
La transformación del Berlaymont ha durado casi nueve años (dos más de lo previsto) y la factura, en teoría a escote entre el Gobierno belga y la Unión Europea, se ha disparado sin que nadie sepa concretar hasta qué altura. La UE asume los 503 millones de la renovación (179 más de lo previsto) y, al mismo tiempo, ha seguido pagando al Estado belga durante 14 años el alquiler de un edificio que no podía utilizar (200 millones en total).
La renovación ha durado casi nueve años y la factura se ha disparado hasta cotas que nadie se atreve a precisar
Los escandalosos retrasos en la entrega de la obra llevaron a la Comisión a pedir un informe a la auditora Ernst & Young sobre la empresa encargada de la renovación, propiedad en un 70% del Gobierno belga; a una revisión del resultado por parte de la Oficina Europea de Lucha contra el Fraude, y a la suspensión del pago del alquiler a partir de enero de este año. Ahora, la UE comenzará a pagar unos plazos anuales de 31 millones de euros para hacerse con la propiedad del edificio dentro de 27 años.
Las dos partes han preferido olvidar esta oscura página financiera en el momento de la inauguración. El primer ministro belga, Guy Verhofstadt, y su ministro de Finanzas, Didier Reynders, descubrían el jueves, junto a Prodi y el vicepresidente de la Comisión, Neil Kinnock, una placa conmemorativa de la tardía entrega. Los nombres de los cuatro se encuentran ahí grabados, como recuerdo, entre infame e histórico, de una década de despilfarro y presunta corrupción.
Cuatro años después del cierre del edificio comenzó a retirarse el amianto de su original estructura suspendida por cables de acero. Esa fibra incombustible, de origen natural, había alcanzado una enorme popularidad en la construcción de los años sesenta, hasta que una década después se descubrió que su desprendimiento podía ser cancerígeno.
La UE, a pesar del coste, apostó por salvar 'la ecuación Berlaymont igual a Bruselas igual a Europa', como define Prodi la simbólica presencia de este edificio construido en 1967 para una Unión de seis países. Sus 241.000 metros cuadrados albergarán ahora a los 25 miembros de la Comisión (uno por país) y más de 2.000 funcionarios. Para los 20.000 restantes el poder vuelve a tener sede central.