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La opinión del experto
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Información para todos

Antonio Cancelo está convencido de que no puede haber empresas transparentes si no lo son sus ejecutivos. Y anima a una política informativa por parte de la alta dirección.

Estar bien informado ha sido siempre un requisito imprescindible para saber situarse y tomar las decisiones más acertadas, por lo que saber acceder a las fuentes, vivir cerca de quienes poseían tan preciado don y mendigar migajas de su riqueza se consideraba, y se sigue considerando, un privilegio. La importancia de la información es de tal magnitud que se identifica con el poder, de ahí un cierto afán, a veces desmedido, de exclusivizarla, haciéndola propia y protegiéndola con fuertes barreras de la curiosidad ajena.

En el seno de las organizaciones el tratamiento restringido de la información, su apropiación por personas o por grupos determinados, prostituyen la finalidad primaria que consistiría en hacer partícipes a los miembros de un proyecto de las características que lo definen y del desarrollo de los acontecimientos. Los que tienen acceso directo a la información dentro de las empresas son, por razones de su cargo, los directivos y, en consecuencia, el buen o mal uso que se haga de ella sólo a ellos es achacable.

No es fácil el buen uso de la información porque probablemente se pierde de vista el papel determinante que todos los que trabajan en una empresa juegan en el logro de los objetivos generales y se tiene la idea equivocada de que para el desempeño adecuado de la función asignada a los diferentes puestos de trabajo basta con los datos referidos a su tarea. La carencia de referentes que sitúen cada puesto en relación al todo a cuyo desarrollo contribuyen disminuye el nivel de satisfacción y empobrece el trabajo.

'Cada vez será más difícil convivir en organizaciones que no atiendan los intereses básicos de las personas'

Cuando tanto relieve se le otorga al conocimiento en la mejora de las organizaciones, resulta un contrasentido inexplicable el desaprovechamiento del que se genera en el interior de la empresa cuando, por razones egoístas, queda remansado en compartimentos estancos que se sienten propietarios de lo que debería formar parte del acervo común. Los directivos, por su propio éxito, deberían estar profundamente interesados en conseguir que la información fluya y alimente y vivifique a toda la organización.

El intento de prosperar a título individual reteniendo la información como si de esta manera el puesto directivo se revalorizara, en el fondo muestra una enorme debilidad, porque quien así actúa cree que la valía del cargo quedaría en entredicho si se conocieran sus interioridades. Una vez más se sitúan los objetivos personales por encima de los de la empresa. Poner en conocimiento de los demás lo que se sabe genera una enorme satisfacción personal y permite progresar a otras personas, favoreciendo de este modo el desarrollo empresarial.

La carencia de un sistema de información bien definido y con objetivos controlables, constituye el mejor caldo de cultivo para la aparición de sistemas informales cuyo eje articulador es el rumor. Alguien ha escuchado, ha captado indicios, ha creído entender, y con todo ello se generan una serie de certidumbres sin apoyatura alguna que crean inquietudes. Cuando algo genera inquietud la tarea se resiente, dedicándose una parte del tiempo a la especulación, a falta de informaciones veraces que no exijan interpretación.

Los directivos que sienten inclinación a ocultar o a retrasar información por el temor a la reacción que pueda generar, deberían saber que la reacción basada en el rumor es mucho más peligrosa porque exagera todos los rasgos negativos, superando en muchas ocasiones el alcance indeseado de los hechos. En todo caso, cada vez será más difícil convivir en organizaciones en las que no se atiendan los intereses básicos de las personas, quizá mejor derechos, entre los que uno de los más elementales es el de la información.

Las empresas tendrán que dar mucha más importancia a la transparencia, pero será difícil abordar la faceta exterior si se regatea, cuando no se infringe, la obligación debida hacia adentro, sustentada en la dignidad de las personas con las que se trabaja. Pero si a alguno le crea dudas lo de la obligación, que piense al menos en la conveniencia que para su organización tiene el que todos conozcan las finalidades que persiguen y en qué medida se acercan a su cumplimiento.

Claro que no puede haber empresas transparentes, ni hacia adentro ni hacia fuera, si no lo son sus directivos, que constituyen el rostro y la palabra a través de los cuales la empresa se comunica. Una política activa de información, que no sólo tenga al día a las personas sobre lo que ocurre en la empresa, sino que facilite el diálogo para escuchar lo que piensan, es una buena forma para estar más eficientemente en los mercados. Por interés propio, por el respeto a las personas y por el bien de las empresas, los directivos deben convertirse en agentes activos de la información, rompiendo cualquier comportamiento estanco que, muchas veces, sólo por inercias residuales, lastra la comunicación, dificultando el enriquecimiento que de una organización transparente se deriva.

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