La última moda, comprar volatilidad
Resulta que la mejor inversión hoy en día no es la compra de acciones, ni la de pisos, ni la de bonos. Es la compra de volatilidad. Al menos, eso es lo que afirma un informe del banco de inversión estadounidense Goldman Sachs. ¿Y qué es comprar volatilidad? La volatilidad es la inestabilidad de la Bolsa, y existen indicadores que miden la violencia de las oscilaciones del mercado. Dado que en los mercados de derivados se puede invertir en contratos o apuestas a futuro sobre cualquier cosa, desde el precio del petróleo al de la acción de Telefónica o los tipos de interés, pues también existen contratos de futuros sobre volatilidad.
De este modo, el ahorrador puede dedicar su dinero a apostar por un futuro aumento de la volatilidad dado que, según los cálculos de Goldman Sachs, en los próximos meses las Bolsas mundiales experimentarán ascensos poco significativos, pero acompañados de rápidas oscilaciones al alza y a la baja. Así, dado que la volatilidad es ahora pequeña y tiene perspectivas de subir, ¿qué mejor que invertir en ella?
Pero la economía, como decía un profesor, son habas contadas, y sólo es cuestión de contarlas bien. Vamos, que las cosas se pueden hacer mejor o peor, pero no tienen truco. La rentabilidad de las acciones de Telefónica viene de la capacidad de esta empresa para generar beneficios crecientes. En el caso de la volatilidad se trata de un juego de apuestas sobre la estabilidad o inestabilidad futura de determinados índices de la Bolsa, algo de lejana relación con la economía real.
En este sentido, la recomendación de la banca también podría ir enfocada a las casas de apuestas deportivas del Reino Unido. Se puede invertir en la victoria del Liverpool en la próxima Copa de Europa. O en la quiniela del próximo fin de semana. Sobre estos elementos también se pueden elaborar sesudas teorías. Pero en ambos casos se trata de inversiones en activos cuya relación con la realidad económica es escasa.
Ahora bien, este hecho está bien visto desde las firmas de inversión. La moda de los gestores es vender productos cuya rentabilidad no depende del precio y, por tanto, con la economía. Extraña, pues, que la gran banca no se dedique, por ejemplo, a la inversión en peñas quinielísticas. Será por eso de la imagen.