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Miguel Lladó

'Dirigir es el arte de buscar el equilibrio'

Una vez al trimestre sale en ruta en alguno de los 1.200 camiones de reparto de la compañía. Le gusta visitar las fábricas donde elaboran los productos. 'Es una experiencia que recomiendo a todos los directivos'.

Equilibrio. Es la palabra preferida de Miguel Lladó, presidente de Bimbo. Nació en Barcelona hace 47 años, es licenciado en Económicas y Empresariales e inició su trayectoria profesional en Bimbo en 1996 como vicepresidente de marketing y ventas. Desde hace tres años es el máximo ejecutivo de las empresas participadas por el grupo Sara Lee en España y Portugal. Desde la ventana de su despacho se ve la Sagrada Familia y estas vistas le alejan de cualquier tentación de trasladar la sede de la compañía a cualquier polígono industrial de la periferia de Barcelona. Le preocupa la calidad de vida de sus empleados. Por ello, eliminó la obligación de fichar, 'me preocupa más los resultados que las horas'.

Pregunta. Presume de haber empezado desde abajo, ¿es importante para el presidente de una compañía haber tenido esta experiencia?

Respuesta. Es bueno, además de tener una base de formación técnica, en economía y finanzas, tener voluntad de aprender. Hay que buscar un equilibrio técnico y práctico. La parte teórica te acelera el proceso de aprendizaje, te da experiencia para conocer otras técnicas, para tener otras perspectivas. Es necesario sentirse motivado y estar preparado para aprender constantemente. Yo he tenido la suerte de trabajar en compañías que han marcado la diferencia, que creen en la necesidad de crear nuevos conceptos. Para ello, conviene estar en contacto con el cliente, con los consumidores.

'La suerte hay que trabajarla. El liderazgo es siempre elusivo, te lo tienes que ganar día a día'

P. ¿Cómo le influyó haber repartido mercancía con un camión en Estados Unidos?

R. Eso te marca de manera importante porque le das importancia a los puestos clave dentro de una empresa, que son los que están en primera línea, como son ventas y fábrica. La base del éxito son estos departamentos. Aprendes que las horas son importantes y y aprendes, sobre todo, a respetar el tiempo y el trabajo de los demás. Ves, además, como las personas añaden valor e intentas que los procesos mejoren el trabajo de los empleados. Es necesario que el respeto sea mutuo. Cuando consigues el equilibrio, las cosas fluyen por sí solas. Dirigir una empresa es el arte de buscar siempre el equilibrio. Para ello tiene que haber un gran conocimiento de toda la compañía.

P. ¿Cuál es el secreto para que una empresa de alimentación, líder en su sector, continúe siéndolo?

R. Una parte decisiva es el factor humano, el equipo. Pido a todos, y a mí el primero, que añadamos valor, que hagamos algo distinto para marcar la diferencia. La cultura de la empresa somos todos. Me gusta hablar con la gente que entra en la empresa. Es labor del equipo humano directivo ofrecer una estrategia clara y atractiva, que nos permita disfrutar con el trabajo.

P. ¿Qué trata de inculcar a los que trabajan a su lado?

R. La convicción de que hay que marcar la diferencia, la voluntad de crecimiento. Las empresas tienen que crecer y conseguir que los consumidores apuesten por nuestros productos. La tendencia es que cada cuatro o cinco años se modifiquen los hábitos de consumo y para estar al tanto de esos cambios es necesario conocer al consumidor porque es quien nos paga el sueldo. Hay que tener una actitud positiva ante situaciones negativas, entusiasmo y responsabilidad.

P. ¿Cómo se adapta un directivo a las exigencias y a la forma de gestionar de una multinacional?

R. Muy fácil. Al grupo Sara Lee le gustan las empresas con una marca fuerte, con reconocimiento de mercado. Crecer significa que más consumidores confían en ti. Se trata de un grupo que busca la innovación y, en este sentido, a mí me gusta ser creativo, estar constantemente buscando nuevas formas de crear mercado. Tenemos un comité de innovación. Puede parecer difícil innovar con un producto como el pan, pero se pueden hacer cosas distintas. Ahí tenemos el pan sin corteza, que se ha convertido en todo un éxito. La marca tiene que buscar una relación emocional con el consumidor.

P. Usted como experto en marketing, sabrá venderse bien

R. No lo sé, lo que sí me gusta es la relación con las personas, estar constantemente aprendiendo y cumplir con lo que dices. Exijo lo mismo a los demás que lo que me exijo a mí mismo. Lo que si procuro es ser coherente. Me gusta ganarme la confianza del equipo y quiero que el equipo confíe en mí. Intento creerme que puedo cambiar las cosas, que nada me viene dado.

P. Entonces, cree que la suerte hay que ir a buscarla.

R. No hay que esperar, hay que anticiparse. El ejemplo más claro es el pan sin corteza. Es importante tener una actitud activa. Y la suerte hay que trabajarla. El liderazgo es siempre hasta hoy, te lo tienes que ganar día a día.

El ejecutivo que fue repartidor de mercancías

Siempre soñó con algo: 'con ser sólido en mis pasos profesionales y en intentar aportar valor a mi trabajo'. Miguel Lladó insiste en que una de sus mejores experiencias profesionales le ocurrió durante su estancia en Nueva York cuando trabajaba para la multinacional Pepsico. Tuvo que ponerse al volante de un camión de reparto y salir a la calle a vender. Se levantaba de madrugada y conoció de primera mano la compañía desde abajo. 'En Estados Unidos se da mucho valor al vendedor, es la única manera de poder respetar a la gente que trabaja en otros puestos decisivos para la compañía', añade Lladó. También ha pasado por tres escuelas de negocios: en Esade estudió un máster, en Kellogs School of Management en Chicago curso estudios de marketing y en Wharton (Pennsylvania) adquirió conocimientos de finanzas. 'Es una experiencia buena, entras en contacto con directivos de todo el mundo y te enriqueces con la vida de otros'. Lleva ocho años en Bimbo y no siente la tentación de cambiar de empresa. 'Hay mucho trabajo por hacer. Siempre estamos creando oportunidades para los profesionales y procurando que mejore su calidad de vida', cuenta este ejecutivo que, de momento, no ha encontrado la fórmula para reducir sus 11 horas diarias de trabajo.

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