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El síndrome de volver a empezar

La depresión posvacacional puede revelar insatisfacción laboral

N o hace ni 48 horas, en este preciso momento, daba su paseo diario por la orilla del mar, remoloneaba en la cama, preparaba el itinerario de la excursión del día o apuraba el menú de un restaurante recomendado. Pero como el tiempo no se estira al antojo, septiembre llega, como cada año, inexorable. Las vacaciones duran lo que duran -poco- y el reencuentro con la rutina y el cambio repentino del sosiego a las prisas, del bañador a la corbata y de la tumbona de playa a los atascos de las horas punta provocan en usted reacciones que le hacen sentirse mal. ¿Depresión posvacacional?

En principio no es grave. Ni siquiera está catalogada clínicamente. La sensación de tristeza, irritabilidad, añoranza, la falta de energía, los trastornos del sueño y del apetito y las pocas ganas de comunicarse con los demás que siente a la vuelta de sus vacaciones forman parte de un estado normal que desaparece en tres o cuatro días, en cuanto consiga que su cuerpo y su mente se adapten otra vez a las exigencias horarias y laborales, a su nuevo ritmo de vida. En definitiva, al de siempre.

Aunque los síntomas se parecen mucho a los de una depresión, los psicólogos del trabajo se echan las manos a la cabeza cuando para calificar este estado se utiliza sin ambages este término clínico, que define un trastorno mucho más grave.

'Como mucho, de manera coloquial, podríamos hablar de depre, de un pequeño bache, de una zona valle en el estado de ánimo', explica Santiago González, especialista en medicina del trabajo de Asepeyo. No obstante, los psicólogos recomiendan no perder de vista los síntomas y preocuparse si persisten más de diez o doce días, 'por si detrás hay encubierta una situación más grave, como una depresión de verdad o el síndrome del trabajador quemado (burn-out)', observa María Cervera, directora de programas de la consultora ICAS.

El hecho es que entre el 35% y el 40% de los trabajadores sufre del síndrome posvacacional, según un informe realizado el año pasado por el profesor José Gil Martínez, del departamento de personalidad evolutiva y tratamiento psicológico de la Universidad de Valencia.

Las personas que realizan tareas más rutinarias y se sienten más insatisfechas en sus puestos de trabajo, los jóvenes que están en el inicio de su carrera profesional y las mujeres, que tienen mayor tendencia a deprimirse, son los más propensos a padecerlo, según este estudio.

'En general, no depende de sectores, sino más bien del tipo de trabajo, peor cuanto más monótono y aislado, y del tipo de persona. Igual que hay gente que se desanima con la vuelta hay quien está deseando volver porque no sabe gestionar su tiempo de ocio', señala María Cervera.

Los especialistas subrayan que los más vulnerables son los que viven al límite, con patologías camufladas, como estados depresivos o de ansiedad que pasan inadvertidos cuando el nivel de exigencia es escaso, pero se manifiestan cuando la adaptación es difícil.

En lo que la mayoría coincide es en que la insatisfacción laboral suele ser la causa principal de que germine este síndrome. 'No depende tanto de que las vacaciones se terminen, sino de la vuelta a un trabajo que no resulta gratificante', asegura José María Sánchez, de Fremap.

Así, lo importante es el grado de satisfacción que se espera con el retorno al trabajo y a las rutinas sociales. El esfuerzo de adaptación será mayor cuanto peor haya sido la experiencia previa.

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