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La vida de las empresas

Vigilancia inteligente todo el año

Para Prosegur no se pone el sol, siempre está alerta en doce países de Europa y Latinoamérica. Ofrece soluciones integrales de seguridad a medida de cada empresa o cliente. Todo ello es posible gracias a la dedicación de un equipo formado por más de 55.000 personas y una red cercana a las 500 delegaciones. El grupo cuenta con tres grandes divisiones: vigilancia, alarmas y transporte de fondos.

Mientras sus clientes duermen, un amplio batallón de vigilantes se ocupa de que nada suceda en los polígonos industriales, en las obras en construcción, en los bancos, en los centros comerciales o en los edificios oficiales. Su apoyo son los circuitos de televisión, animales adiestrados, equipos de detección de ruidos o explosivos, etc. Se preparan para que nada suceda y saben qué hacer si salta la alarma.

Su imagen uniformada ya es parte de la vida cotidiana. Gracias a ellos funcionan los edificios inteligentes, una tarde de compras puede ser parte del ocio y es más seguro el trasiego de personas en aeropuertos, metros, puertos, subestaciones eléctricas, urbanizaciones o centrales nucleares. De su profesionalidad también depende la seguridad de altos cargos, empresarios y famosos y la de los espectadores de cualquier concentración de carácter deportivo, cultural o político.

El papel de los vigilantes es colaborar con la policía y sólo avisan a las fuerzas de seguridad en caso de verdadera necesidad. Son el colectivo profesional que más formación recibe, ya que se reciclan cada seis meses. Los 6.000 agentes de Prosegur desplegados en Madrid o los 16.000 con los que cuenta la compañía en España son un termómetro de cualquier incidencia (explosiones, fallo energético...).

Desde la central de alarmas, un equipo está pendiente de vigilar las viviendas y atender 1,2 millones de incidencias al mes. De esta millonaria cifra de alertas, el 32% son test automáticos, el 26% pruebas, el 27% control de actividades y sólo un 15% problemas reales. Un 75% de éstos se resuelve automáticamente y el 25% requiere desactivación manual. Cada mes reciben 154 avisos de problemas reales. De ellos, 15 son urgencias médicas.

Los mayores picos de actividad se registran vinculados a la actividad comercial, coincidiendo con las horas de apertura (entre las 8.30 y las 10.00) o cierre (entre las 19.00 y las 21.00). Saltan las alarmas porque muchos clientes no las conectan bien o no las desconectan apropiadamente.

La posibilidad de que roben un hogar con alarma es diez veces menor que la de la vivienda o el comercio que no la tiene. Pero no hay un sistema común. Cada vivienda o colectivo requiere una solución determinada; por ello, las propuestas de Prosegur son personalizadas y es el cliente quien decide.

El precio medio por instalación son 340 euros y el coste de mantenimiento mensual ronda los 24 euros. Las alarmas se transmiten por línea telefónica o sin cables. Si un ladrón intenta entrar y suena la sirena lo normal es que abandone la idea. Si decide hacerlo ha de actuar en menos de cinco minutos.

Casi un 30% de los clientes de Prosegur han contratado el sistema de acudas, que consiste en que un motorista va al domicilio robado y entrega las llaves a la policía. Realiza una inspección de los daños, da las órdenes necesarias para que se reparen lo dañado y asesora al cliente sobre cómo efectuar la denuncia.

Atención telefónica

El equipo de atención telefónica hace posible que el engranaje de Prosegur funcione. Sus empleados son mayoritariamente mujeres y estudiantes con horario preestablecido; atienden unas 4.300 llamadas al mes, que responden en menos de 35 segundos el 85% de las veces. La mayoría son dudas sobre el uso de la instalación de alarmas o el cambio de códigos. O también una primera toma de contacto para solicitar presupuesto o servicio técnico. La última gran pata de Prosegur es la del transporte de fondos, una de las más desconocidas y con un colectivo en el que abundan los trabajadores masculinos. Su labor se rige por una normativa de seguridad de las más estrictas de Europa. Sus clientes (bancos, cajas y centros comerciales) quieren tener el dinero el menor tiempo posible y depositarlo cuanto antes en el Banco de España, porque sólo ingresado en cuenta es cuando empieza a rentar.

Tres vigilantes armados se encargan de custodiar las sacas donde se recibe el dinero y lo transportan en vehículos blindados que realizan unas 50 rutas durante 21 días. Su trabajo comienza a las 7.30 y no termina hasta avanzada la noche. Después de recogerlo comienza el conteo (esta operación es filmada para que quede testimonio en caso de descuadre); después, el verificado (se eliminan los billetes falsos y los de mal estado), y, por último, la entrega en el banco central en tacos (unidades mínima de entrega). Prosegur detecta cada año 1,6 millones de euros en billetes falsos.

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