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La llama olímpica comienza a arder en medio de la polémica

Desde que hace ya más de un siglo la celebración de los Juegos Olímpicos fuese recuperada, el acontecimiento se ha ido mutando hasta ser prácticamente irreconocible. Poco tiene que ver el circo mediático, deportivo y político actual con las carreras que protagonizaran a principios del siglo pasado los elitistas alumnos de universidades como Cambridge o Harvard.

El retorno de esta competición a su país de origen ha estado acompañado de diferentes polémicas. Retrasos en las obras, casos comprobados de dopaje y sospechas de que atletas griegos han eludido análisis son algunos de los incidentes que han salpicado ese camino hacia Atenas que han señalado los publicistas de las firmas patrocinadoras. Por si esto fuera poco, hace escasos días saltó un nuevo caso de corrupción en el Comité Olímpico Internacional (COI).

La coyuntura internacional ha obligado a las autoridades helenas a convertir el acontecimiento en los juegos de la seguridad. Aviones, barcos y toda suerte de aparatos de la OTAN velarán, junto a 70.000 policías y soldados, por el tranquilo desarrollo de las competiciones. Como es lógico, este despliegue de medios ha tenido su repercusión en el presupuesto: 1.200 millones de euros han tenido que dedicar los organizadores a la protección de la cita olímpica.

En un principio los griegos pretendían gastar 4.600 millones en el evento, pero su coste se ha disparado y podrá llegar a los 7.000 millones. Así, Atenas se ha convertido en anfitrión de los juegos con mayor participación económica pública desde que el Moscú de la era soviética hospedase la competición en 1980.

Por el momento, se han reunido en Grecia más de 11.000 deportistas provenientes de 202 países. Su objetivo: hacerse con alguna de las 301 medallas de oro que están en juego. Semejante cuadro no resulta apetitoso en todos los circuitos publicitarios, según un estudio de la red de empresas de publicidad Icom. A pesar de que Atenas dispondrá de la mejor cobertura jamás alcanzada por unos Juegos Olímpicos (300 canales de televisión de todo el mundo retransmitirán las pruebas a 3.900 millones de personas), el interés ha sido dispar. Mientras que en Australia se espera que el 70% de la publicidad esté vinculada a este evento, en Gran Bretaña no rebasará el 3%, debido a que la BBC, encargada de la emisión, no permite anuncios en su programación.

Montar un acontecimiento de esta envergadura no está exento de riesgo económico. Un estudio de PricewaterhouseCoopers demuestra que si bien los Juegos celebrados en Los Ángeles en 1984 reportaron unas ganancias de 291 millones de euros, Montreal sigue pagando hoy día, a través de un impuesto sobre el tabaco, la deuda de 984 millones que dejó la cita olímpica de 1976. Por el momento, el déficit de Grecia ya ha superado el límite del 3% establecido por la UE.

La llama olímpica arderá hasta el 29 de agosto. Pero no serán los anfitriones quienes sigan las competiciones. Según una encuesta, un 40% de los atenienses afirma que abandonará la capital durante los juegos para irse de vacaciones. Hasta hace tres días, sólo se habían vendido la mitad de las 5,3 millones de entradas disponibles. Y es que en casa del herrero, cuchillo de palo.

Viaje en el tiempo

La percusión de los tambores anunció la apertura de la XXV edición de los Juegos Olímpicos modernos. Un niño navegó en un barco de papel a través de un mar Egeo simulado. El espectáculo devolvió a los presentes a la Grecia clásica a través de antorchas y fuegos artificiales como los que aparecen en la imagen. Esculturas gigantes emergieron de las aguas mientras se oía una interpretación de María Callas. La ceremonia estuvo ensombrecida, no obstante, por la ausencia horas antes en un chequeo antidopaje de las dos estrellas del atletismo griego, Kostas Kenteris y Katerina Thanou. Reuters

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