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CincoSentidos

La magia de las Lofoten

La magia parece envolver siempre a estas islas. También en el invierno (merced a las auroras boreales), pero sobre todo en la efímera primavera y en los días interminables del estío, cuando el sol jamás desaparece del horizonte. La tierra, inclinada sobre su eje, presenta constantemente al sol su casquete septentrional, de manera que el astro de fuego, llegado al oeste, reinicia su marcha hacia el oriente por encima de las aguas, tiñendo el paisaje de una claridad liminal, anaranjada. Estamos muy al norte, y si no fuera por la corriente cálida del Golfo, estas tierras serían pura tundra, como Alaska o Groenlandia. Pero gracias a ese fenómeno marino, el verano es agradablemente fresco (unos 13 grados centígrados) y el sol de medianoche permite aprovechar los días y disfrutar de la vida con ahínco.

Bodo es la ciudad continental de referencia en esa parte del país, el Nordland. Es una población bastante grande, pero no lo parece, porque la naturaleza se hace presente por doquier. Tiene universidad, recursos turísticos, como el curioso Museo de la Aviación o el centro turístico de Saltstraume, a escasos kilómetros del casco urbano, y un puerto tan pintoresco como activo. Desde Bodo se divisa en el horizonte un auténtico murallón de piedra, como el lomo encrespado de algún bicho antediluviano surgiendo del mar. Son las islas Lofoten, que vistas de lejos parecen una cortina azul. Un archipiélago ocupado tradicionalmente por pescadores (de arenque, fletán o bacalao), aunque el verano permite fugaces cultivos, y unas deliciosas frambuesas y fresas silvestres, dicen que diferentes y muy dulces, por el sol de medianoche.

Samdsund es la mayor de las Lofoten; con unos 11.000 habitantes acapara la mitad de los vecinos del archipiélago. La isla más pequeña, en el extremo sur, se llama  (última letra del abecedario noruego, pronúnciese o). Algunas de las islas están unidas entre sí por puentes, dada su cercanía. Muchos turistas alquilan durante el verano las rorbu o cabañas tradicionales que usaban los pescadores en invierno y utilizan aún: sigue habiendo unos 4.000 pescadores en activo. Otra buena manera de acercarse a las Lofoten es mediante el Expreso Costero (Hurtigruten), una línea regular de barcos que van desde Bergen hasta Kirkenes, en once días, y haciendo escala en 34 puertos.

Los paisajes de las Lofoten parecen ilustraciones de relatos fantásticos de viajes y aventuras de otros tiempos. Pero son reales y actuales. Bajo el telón de fondo de picachos encrespados, coronados de nieve, los pueblos se guarecen como una piña de colores desafiantes. Las casas aisladas en el campo no tienen jardín (el jardín es todo lo que hay alrededor), pero no falta nunca la bandera noruega izada en un mástil; debe de ser imperiosa, en estas soledades, la urgencia de sentirse arropado, parte del grupo protector. Los alces ramonean a escasos metros de las viviendas, aunque no se prestan a muchas confianzas.

Para conocer el pasado remoto de las Lofoten hay que ir hasta Borg. Allí han inaugurado hace poco un museo vikingo que es algo más que eso: se aprovechan las instalaciones para hacer fiestas, y en verano siempre hay paisanos vestidos con ropa tradicional, ejerciendo los antiguos oficios. Muy cerca de allí, el fiordo de Maervoll es uno de los parajes más grandiosos de la zona.

Pero la estampa más deslumbrante y cautivadora tal vez sea Svolvaer. En un paisaje anfibio, tejido como una cenefa nórdica a base de picachos triangulares y brazos de mar, se incrustan las casitas pintadas de rojo sangre, o de carmín, o de negro; detrás de ellas, los secaderos de bacalao, especie de parrillas a base de enormes estacas, alcanzan tales proporciones que los vecinos las llaman 'catedrales del bacalao'.

El Expreso Costero atraviesa la ciudad por un angosto canal. Cenar o tomarse una copa mientras las hileras de casas de colores desfilan, a un lado y otro, a escasos metros de la mesa, bajo el sol de medianoche, produce de nuevo la sensación de estar flotando en un territorio mágico, ajeno a las leyes ordinarias de la física, sólo sometido a los dictados de la fantasía.

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SAS (902 117192) tiene vuelos diarios desde Madrid a Bodo vía Copenhague y Oslo, a partir de 415 euros más tasas, y a Kirkenes (también vía Copenhague-Oslo) a partir de 467 más tasas.El Hurtigruten ('expreso costero') realiza un itinerario de 6 días entre Bergen y Kirkenes a partir de 1.850 euros por persona en cabina doble, hasta 2.600 en suite; información y reservas: Eurovacances, Rambla de Cataluña, 124, 93 4152300, www.hurtigruten-spain.com, e-mail: info@hurtigruten-spain.com.En Bodo: Skagen Hotel (Nyholmsgt. 11, +47 75 519100, www.skagen-hotel.no); Radisson SAS Hotel Bodo (Storgt. 2, +47 75 519000, www.radissonsas.com). En las Lofoten: Finnholmen Brygge (Henningsvaer, +47 76 069960, www.finnholmen.no) alojado en una antigua fábrica de pescado, sencillo pero con encanto, entre 90 y 120 euros). Nyvagar Rorbuhotel (Kabelvag, +47 76 069700, www.dvgl.no), un hotel a base de rorbu perfectamente acondicionadas para el turismo, también habitaciones normales, entre 137-170 euros. Rica Hotel Svolvaer (Lamholmen, +47 76 072222. www.rica.no), 99-168 euros.En las Lofoten: Fiskekrogen, en Henningsvaer (+47 76 074652), especializado en pescados de la zona. Du Verden, en Svolvaer (+47 76 077099). Borsen, también en Svolvaer (+47 76 069931).

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