Adiós temporal al Atomium de Bruselas
Bruselas añade estos días una razón de más para visitar el Atomium. El próximo 13 de septiembre, según anuncian los responsables del simbólico monumento, se cerrarán sus puertas para someterlo a un exhaustivo y merecido lifting.
Las obras intentarán devolver el esplendor perdido a las placas de aluminio que, desde su inauguración en 1958, se han ido camuflando con el gris mortecino del cielo bruselense, así como adecentar el deteriorado interior de las seis esferas abiertas al público.
Desde el ascensor interno, pensado inicialmente para llevar unas 3.000 personas por hora a los 104 metros de altura de la esfera superior, hasta las paralizadas escaleras automáticas de los tubos que comunican una esfera con otra, toda la infraestructura del Atomium demandaba desde hace tiempo los casi 24 millones de euros de inversión prevista.
Las autoridades bruselenses aseguran que a primeros de 2005 el monumento, ya renovado, volverá a recibir visitantes. Pero la experiencia de otras restauraciones acometidas en Bélgica aconseja aprovechar estas últimas semanas para despedirse del Atomium o para descubrirlo por primera vez aunque sea en su estado actual.
Las obras, como atestigua la renovación de otro símbolo bruselense, el Berlaymont, pueden prolongarse indefinidamente. La emblemática sede de la Comisión Europea fue desalojada en 1991 para dotarla de luz natural, espacios más amplios y, por supuesto, retirar el cancerígeno amianto que escondía su estructura. En uno de los retrasos en obras públicas más infame y escandaloso de Bélgica, no sólo el presupuesto se ha disparado, sino que la inauguración del nuevo edificio, prevista para el año 2000, no se espera que se produzca antes de este otoño.
El caso no es singular. Numerosos monumentos religiosos o civiles de Bruselas pasan años envueltos en unos andamiajes bajo los cuales medran contratas y subcontratas de nunca acabar. En las obras del Atomium, al menos, cabe esperar que el club de admiradores del monumento, que desde 2003 lucha por su conservación, vele también para que la cirugía estética sea rápida y sin cicatrices.
Símbolo universal
Una molécula cristalizada de acero amplificada 150.000 millones de veces. La idea del ingeniero André Waterkeyn para la Exposición Universal de 1958 en Bruselas se convirtió en símbolo perenne de la ciudad y de un siglo XX industrial, atómico y tecnológico. La popularidad del Atomium logró que las nueve esferas de 18 metros de diámetro sobrevivieran ¿para siempre? a la Exposición de aquel año.