China, más vale que sobre
Al 10,5%. Nada más y nada menos. Es la cifra oficial de ritmo de crecimiento de la economía china en el primer semestre del año, según las cifras oficiales. Más vale que sobre, que no que falte. Desde fuera, las implicaciones de un ritmo de crecimiento semejante son en términos de empleo, inflación, movilidad laboral, estrangulamiento de oferta en sectores concretos, son difícilmente imaginables.
Lo primero, eso sí, es poner en duda la cifra. Es una cantinela muy extendida en el mercado el que las estadísticas chinas no son fiables. Cantinela que se justifica por la opacidad de este país en aspectos políticos y sociales y por lo peculiar de su sistema, o sistemas, económicos. Además, dicen algunos, si hasta la fiabilidad del PIB estadounidense está en duda -por esa manía de contabilizar las mejoras de calidad en los productos no reflejadas en precio- ¿qué se puede esperar de China?
Pero esta vez el incentivo a inflar la cifra de crecimiento no está muy claro. Los informes de estrategia de las firmas de inversión no cejan en su empeño por advertir de la probable burbuja china. El G7 -que, por cierto, debería ir haciendo hueco a otro socio, y no precisamente España- ha tratado ya la eventual necesidad de acabar con el vínculo entre remimbi y dólar. Lo que significaría, de hecho, una revaluación de la divisa china. China no necesita convencer a nadie de que crece mucho y, puestos a simular, sería más lógico que simulasen desaceleración.
Esta cifra hace pensar en que la distorsión generada por este gigante emergente -de la que pueden dar fe constructores y otros demandantes de ferralla y acero- continuará en los próximos meses. Hace más bien que mal -sobre todo a Japón-, pero convendría evitar un mayor recalentamiento.