Las Bolsas, anestesiadas
La inestabilidad que ha caracterizado durante varios años a los mercados de renta variable se ha trasladado, en las últimas fechas, a otro mercado tradicionalmente más estable, el de petróleo. Pero ahora resulta que, si bien las perspectivas de las economías y de las empresas son razonablemente previsibles, hace falta una bola de cristal para adelantar las oscilaciones en el precio del barril.
De hecho, una de las mayores preocupaciones de las Bolsas en la situación actual, y el factor que más incertidumbre añade en el corto plazo, es precisamente el tema petrolero. Cuya raíz está en la mal llamada incertidumbre geopolítica, que no es sino el agravamiento del eterno conflicto de Oriente Próximo, en tendido en un sentido amplio.
Los inversores parecen haber razonado que, puestos a jugar la carta del terrorismo global y las políticas de Estado, es más lógico hacerlo en el terreno en el que más directamente influyen estos factores, el de petróleo, mientras la Bolsa, anestesiada por Greenspan, deja pasar las sesiones sin saber muy bien a qué está esperando.
El resultado es que, por más que analistas y medios de comunicación intenten sacar punta al momento de mercado, resulta complicado vender hoy por hoy la idea de un mercado en ebullición. No sólo se trata de la subida de tipos, que en el mejor de los casos corta de raíz las mejoras de la Bolsa al hilo de la recuperación económica.
La convicción de que la primera -y más rentable- fase del mercado alcista ya ha pasado enfría los ánimos de los inversores más optimistas, los que dan por superada la crisis. æpermil;stos no se suben al tren, porque creen que lo harán con retraso. Otros, los pesimistas a los que aún preocupan los desequilibrios generados entre 1995 y 2000, consideran que el tren se estrellará. Así, y en ausencia de pistas más claras, la Bolsa se ha quedado quieta, mientras el mercado de petróleo es el que recoge el flujo de noticias más candente.