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Secretos de despacho

Sin cambios en la Biblioteca Nacional

Tiene prisa. A las diez de la mañana del lunes la directora de la Biblioteca Nacional, Rosa Regàs, nacida en Barcelona hace 70 años, ya está acelerada. Se levanta a las seis de la mañana. No ha dejado el hábito de escribir un rato al amanecer y a las nueve ya está en su despacho del Paseo de Recoletos. La estancia es amplia, pero sin ninguna coordinación estética. Lo ha heredado de su antecesor, Luis Racionero, y ella todavía apenas ha hecho cambios. Los libros, muy pocos, que hay en las estanterias, tampoco son suyos. Asegura que tampoco le ha prestado demasiada atención al espacio. Algo que no le disgusta especialmente es un busto femenino, pero que desconoce de quien se trata, que tiene al lado de la mesa. Los muebles y retratos antiguos conviven, por ejemplo, con la bandera de España y con unos sofás de cuero negro que la escritora ha mandado colocar. Eso, y una vistosa alfombra y unas sillas. También ha reordenado algunos cuadros, dando preferencia a un retrato de Menéndez Pelayo. Advierte, que lo que menos le preocupa es el espacio en el que trabaja. 'No necesito tener un despacho grande. Soy muy austera. Siempre escribo de cara a la pared para evitar distraerme. Si lo hago de cara al paisaje me distraigo', explica.

Sobre la mesa tiene un ordenador, herramienta de trabajo que utiliza desde 1988. Recuerda que fue ese año cuando compró su primera computadora en Nairobi, mientras trabajaba en un programa de Medio Ambiente para Naciones Unidas. Asegura que trabaja todas las horas del día. Y más desde que gestiona la Biblioteca Nacional, institución fundada como Biblioteca Pública de Palacio por Felipe V en 1712. Desde 1836 dejó de ser propiedad de la Corona y pasó a depender del Ministerio de la Gobernación. Tiene a su cargo a 500 personas, cifra que 'da vértigo', si la compara con la media docena de personas que componían su equipo cuando asumió en 1994 la dirección del Ateneo Americano de la Casa de América de Madrid, cargo en el que se mantuvo durante cuatro años. Lo primero que hizo nada más llegar fue entrevistarse con su predecesor, al que escuchó atentamente. Racionero le ofreció algún consejo, que ella prefiere no contar. Después, se ha dedicado a visitar 'la casa por departamentos'. De momento, anda ocupada en conocer los 'entresijos de una organización tan compleja' como la Biblioteca Nacional. Sabe que es muy 'difícil reorganizarla', pero sí le gustaría darle un empujón. 'Le daría un golpe de aceleramiento por la parte cultural, me gustaría que hubiera mayor fluidez con las relaciones institucionales, más actos culturales'. En definitiva, acercar la Biblioteca a los españoles.

Y entre actos oficiales y conocer a sus colaboradores y a los distintos departamentos de la organización, siempre encuentra diez minutos a mediodía, no necesita más, para dormir una pequeña siesta, recargar pilas y reanudar la actividad. 'Tengo una gran facilidad para dormir, es una necesidad. Me descansa, y es el tiempo justo para perder la noción y poder continuar con cenas y demás compromisos', afirma Regàs, que no pierde ocasión para acudir a algún acto en favor de alguna causa en la que cree, como la defensa de la escuela pública o de la sociedad laica.

'Me gustaría que los que están en contra de mí no me insultaran y que me dieran tres meses de plazo antes de juzgarme. Creo que tengo un currículo que no está nada mal '

Le gusta ser el compromiso, que se extiende, en estos momentos, a su nuevo cargo. Porque si algo le duele, a pesar de su apariencia de mujer fuerte, son algunas críticas. 'Me gustaría que los que están en contra de mí no me insultaran y que me dieran tres meses de plazo antes de juzgarme'. Si algo le ha dolido en especial ha sido una carta en las que un grupo de personas se lamentaban de que la nueva directora de la Biblioteca Nacional no fuera bibliotecaria. La escritora se defiende. 'Tampoco tengo estudios en finanzas ni en informática y tengo un equipo que sí es profesional'. Añade que a lo largo de su trayectoria no sólo se ha dedicado a escribir novelas y artículos, relatos y cuentos, sino que ha sido ejecutiva, traductora y editora. 'Creo que tengo un currículo que no está nada mal'. Pretende que la información fluya de arriba a abajo y viceversa, por las escaleras de la Biblioteca Nacional, 'que todos puedan acercarse a mí y que les ilusione el proyecto'.

Vive entre Madrid y el Ampurdán. Asegura que no tiene aficiones, sólo vocaciones. Le gusta leer, conversar con amigos, estar con la familia, cuidar las plantas y caminar. Ha sido muy deportista, le gusta la navegación, el compromiso, aunque confiesa tener pocas dependencias. En su casa de campo tiene dos burros: Brandon y Ágata. Y nunca sale de casa sin encender una vela.

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