La falta de volumen escuece al bolsista

Pocas cosas hay más preocupantes para un bolsista que ver una Bolsa anémica. Pero esta es precisamente la imagen que arrojan las pantallas de cotizaciones. Las operaciones fuera de mercado -muy habituales en esta época de pago de dividendo- salvan formalmente las cifras de negocio, que sólo gracias a los lavados de cupón son capaces de superar los 1.500 millones de euros.

Estas señales de desinterés bursátil no son un problema exclusivo del mercado español. En Estados Unidos la Bolsa de Nueva York sufre similar apatía. El entorno de la Bolsa está agitado por diferentes motivos -tipos, petróleo- pero en el propio mercado la mayor parte de las operaciones son las correspondientes a cestas de valores, es decir, coberturas de contratos de futuros.

Más que la falta de volumen en sí, preocupa a los institucionales el cambio de tendencia. Cierto es que el negocio bursátil marcha mejor en 2004 que en 2003, pero los niveles máximos de contratación en este ejercicio ya han quedado atrás.

De puertas afuera, el sentimiento de mercado es positivo. Pero detalles como el bajo volumen enfrían el sector. No por alguna manía u obsesión de los inversores, sino porque nunca conviene luchar contra el mercado. Y si el dinero no quiere acudir a la Bolsa, por algo será. Y por más que un inversor se empeñe que el mercado va a subir, éste no lo hará hasta que otros inversores se convenzan de lo mismo. Por eso con poco volumen siempre manda la operativa técnica y a muy corto plazo, que determina sesiones bursátiles como la de ayer. Aburridas y con pocos alicientes.