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Secretos de despacho

En busca de equilibrio en Atlas Capital

Tiene 50 años y el entusiasmo de un muchacho con la mitad de edad. Jorge Sanz, socio fundador y consejero delegado del grupo financiero Atlas Capital, parece estar de vuelta de todo, pero a la vez de nada. Tiene sentido del humor y se muestra orgulloso del poder de arrastre que tiene. Lo ha descubierto hace un año, cuando abandonó su cargo de consejero delegado en Morgan Stanley, para montar su propia compañía, y con él, cual flautista de Hamelín, se llevó de la multinacional a las 18 personas que componen su equipo.

La media de edad es de 32 años. Está justificado. Porque si algo le gusta a Sanz es trabajar con gente joven. 'Suelen estar mejor preparados que la gente que tiene más edad. Les falta experiencia y conocimiento de la vida, pero si eso se direcciona correctamente se puede hacer un gran equipo, capaz de sacar adelante todos los proyectos'. No cree en las individualidades, 'nadie tiene un coeficiente intelectual por encima de la media'. Lo que sí admite es el entusiasmo y la motivación. 'Sin lo primero por mucho Harvard que tengas no haces nada. Lo segundo es la clave del éxito'.

Con una sencillez pasmosa, este ejecutivo va desgranando sus teorías. Por ejemplo, asegura que una persona con talento es aquella que tiene capacidad para imponer sus ideas sin alzar la voz, sin pretenderlo abiertamente. Sabe que lo más valioso que puede aportar a sus jóvenes profesionales es experiencia. Son más de 30 años entregado al sector financiero. Pero también sabe que a los clientes les entusiasma no tanto la experiencia como la juventud. 'El cliente, en general, es una persona mayor, a la que le gusta tener enfrente a una persona joven, formada, seria y estable. No quiere ver canas. Por eso es importante, tener gente formada según los intereses del cliente. Es la única manera de estar al servicio de la compañía'.

'Lo más importante no es la familia, es tu trabajo. Si tienes empleo podrás cuidar a tu familia'

Jorge Sanz ocupa desde hace un año un austero despacho en un elegante edificio próximo a la Bolsa de Madrid. Explica que no es fácil encontrar la armonía decorativa en un negocio como el suyo. 'A los clientes no les gusta hablar de dinero en ambientes de pobreza o de opulencia. Por eso es necesario buscar un equilibrio'. Y compara la oficina con una casa. 'Poco a poco vas decorándola y al cabo de un tiempo te das cuenta que has creado algo con lo que te identificas'. Asegura, y no cabe la menor duda, que se ha ocupado de todos los detalles de la decoración. æpermil;l mismo ha comprado y colgado hasta los cuadros de la oficina. Dispone de una mesa de trabajo grande, aunque a los clientes y las visitas los recibe en una sala de reuniones.

Explica que para trabajar necesita un ordenador, un teléfono y una agenda. En este sentido, apunta que se identifica con la cultura de AB Asesores, sociedad en la que desempeñó varios cargos directivos, 'donde no había demasiada austeridad, pero donde no se derrochaba ni una peseta'. De ahí pasó en el año 2000 a Morgan Stanley. Y el impacto fue brutal. Advierte que le pagaban bien, pero no pudo adaptarse a la filosofía de la multinacional. Para intentar explicarlo se remonta a sus comienzos cuando se inició como botones con 17 años. Trabajaba y estudiaba Derecho. 'Sé lo que es el esfuerzo y aunque todos trabajamos por dinero, para mí es muy importante ser feliz con lo que hago. Y en Morgan Stanley no lo era'. Declara que es muy exigente, pero 'no un tirano porque creo en la iniciativa de las personas'. Trabaja una media de 12 horas diarias, las que marcan los clientes. Muy cerca de su mesa tiene una fotografía de su hija Carmen. Es la única muestra de su vida personal. No le gusta mezclar familia y trabajo. A casa, dice, tampoco lleva asuntos laborales. Aunque, asegura que tiene una teoría muy particular sobre el equilibrio laboral y privado. 'Lo más importante no es la familia, es tu trabajo. Si tienes empleo podrás cuidar y atender a tu familia. Hay que tener ese concepto metido en la cabeza'. En siete meses, Atlas Capital consiguió 150 millones de euros en activos de gestión. Y confía cerrar 2004 con una previsión de 300 millones de euros. 'Todo depende de cómo vaya la Bolsa. Si sube la gente se anima. Estamos a lo que diga el mercado'.

Sus ex compañeros, siempre presentes

En un lugar visible del despacho tiene colgada una fotografía con el equipo que trabajaba con él en Morgan Stanley. A pesar de que se marchó, guarda cariño a los momentos vividos. Meses después, una parte del equipo, 'y sin que yo se lo pidiera', le siguió a Atlas Capital. 'Fueron llegando poco a poco. Era una faena decirles que fueran a trabajar a una empresa ganando menos'.Guarda con cariño el retrato de un compañero que falleció en un barco. Está convencido de que las mejores ideas no surgen en el despacho, sino sobre 'el sillín de la bicicleta, viendo una película o cenando con amigos'. Monta en bicicleta y juega al golf.'Es curioso, pero para el trabajo me gusta el equipo, pero para mis aficiones soy un solitario'. De vacaciones se va sólo con su esposa y su hija. No admite más compañía. Siempre había pensado retirarse a los 55 años, pero ahora tendrá que retrasarlo hasta los 60 años. 'Me habré ganado el premio de no hacer nada'.

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